La contracultura convirtiéndose en cultura hegemónica. El proceso es natural y cada vez más común. En el caso del grafitero Muelle –Juan Carlos Argüello (1965-1995)– no solo es normal y común, sino que es frecuente y progresivo. Sus firmas se han ido rehabilitando conforme se han ido re-descubriendo, ha habido intentos de declarar Bien de Interés Cultural algunas de sus piezas, el Ayuntamiento ha comprado este año inéditos hechos por él, en 2017 un jardín recibió su nombre y ahora una estación de Metro, la de Campamento, se convertirá (en palabras del periodista Antonio Lucas) en su mausoleo.
La elección del lugar en el que la firma de Muelle será vista por los 150.000 pasajeros que frecuentan la estación mensualmente no es ni mucho menos casual. Muelle nació en Campamento, empezó a pintar en Campamento y todo lo que hizo fue con Campamento en la epidermis. Así, la parada de Metro de Campamento –sus vestíbulos y sus andenes– será vinilada a lo largo de 2022 con la firma que copó los rincones de todo el mundo.
A Muelle no le caben más comparaciones. Los dos artículos que Antonio Lucas escribe sobre él en El Mundo recogen una comparativa bastante hiperbolizada pero que puede servir de ayuda para entender su dimensión en el universo grafitero. El Cervantes español. Otra aproximación comparativa a Muelle es la que lo asemeja a Keith Haring.
Aunque las comparaciones son necesarias o recomendables para crear esquemas mentales, el camino de reconocimiento que acompaña a Muelle en los últimos años invita a pensar que tiene suficiente autonomía como para ser el contrapunto de la comparación. Y su reconocimiento institucional, su recuerdo imborrable en el barrio, la odonimia que le convierte en imperecedero. Todo ello son motivos para no solo no olvidar sino ensalzar la memoria del que fuera el primer grafitero de España.