Es como si la ciudad hubiera envejecido años de golpe y los acontecimientos naturales se hubieran precipitado. Caminar por Madrid de un tiempo a esta parte es como hacerlo por una ciudad llena de huecos: en locales vacíos –quizás recientemente ocupado– brotan recuerdos de un tiempo mejor.
No importa que el negocio fuera exitoso; tampoco que la fecha de caducidad estuviera cerca. El cierre de negocios emblemáticos se ha multiplicado: alpargaterías, teatros, cafeterías, restaurantes o tablaos flamencos. Los tentáculos de la crisis y de la situación de emergencia sanitaria no han dado tregua y Madrid, día a día, cierre a cierre, es hoy un lugar más impersonal.
1. La histórica Freiduría de Gallinejas de Embajadores
El número 84 de Embajadores ha sido, durante más de 50 años, un gran referente en la elaboración de uno de los platos más castizos de nuestra gastronomía: las gallinejas. Y si ha habido alguien que ha reivindicado su valor entre aceite, humo y libros ese ha sido Gabino Domingo, propietario del negocio y uno de los últimos cocineros que aún prepara este plato y otros tan tradicionales de la cocina madrileña como las mollejas, los botones, los chicharrones y los canutos. Tristemente, este emblemático local cerró en mayo de este mismo año. «Llevo 67 años trabajando aquí, aún me estoy haciendo a la idea», dijo a Madrid Secreto.
2. El Pavón, uno de los teatros más importantes de Madrid
El 30 de enero bajó definitiva y permanentemente el telón del Pavón Teatro Kamikaze. Y no es una metáfora. Tras más de 100 espectáculos, cerró el que fuera Premio Nacional de Teatro en 2017.
No se entiende la vida cultural de Madrid en los últimos años sin el Kamikaze. No es una frase del estilo de siempre se van los mejores. Según el informe anual del Observatorio de la Cultura, el Pavón Teatro Kamikaze es una de las veinte instituciones culturales más importantes de España.
3. Hontanares, una cafetería histórica
La Cafetería Hontanares abrió sus puertas en 1966 y desde entonces y hasta la llegada de la pandemia las mantuvo abiertas todos los días del año. La conocida cafetería, bar y pastelería contaba con unos horarios muy amplios y recibía una media de 1.600 personas cada día. Las nuevas restricciones afectaron de forma notable a la cantidad de viajeros que pasan por esa zona (Avenida América) y el negocio se ha visto muy resentido.
Lo que caracterizaba a este local era su barra de 30 metros de largo y la amplia variedad de menús que ofrecía. Al no haber podido hacer uso de la barra estos últimos meses debido a las medidas sanitarias, han perdido la mayoría de sus ingresos. La pandemia del coronavirus no está teniendo piedad con la hostelería y hoy vuelve a cerrar otro lugar histórico de nuestra ciudad.
4. Calzados Cantero, una alpargatería de toda la vida
En la plaza de Olavide, Calzados Cantero ha estado 64 años atendiendo a clientes que son parroquianos. Atendiéndolos, claro, con una paradoja: quien ha probado su calzado elogia tanto su calidad y su duración que hablar de clientes fijos puede llegar a significar que esa persona se haya comprado dos zapatos y nunca más haya tenido que volver.
Sea como fuere, en Calzados Cantero vendían alrededor de 50.000 pares de zapatos cada año (así lo hace saber Diego Casado en un artículo de Somos Chamberí) y la esperanza de seguir vendiendo una vez acabado el confinamiento no parece suficiente. La emergencia sanitaria, estar tres meses con la persiana echada, le ha supuesto a Calzados Cantero pérdidas por valor de 40.000€.
5. Salazar, la papelería más antigua de Madrid
Después de cuatro generaciones o después de 115 años (cualquier elemento que sirva para medir la temporalidad, en este caso, dará como resultado un número nada habitual), la papelería Salazar cierra. Y lo hace, por decirlo en términos dinásticos, por razones de sucesión. Esta semana han cerrado definitivamente y se despedían de su clientela con la siguiente frase anunciada en un cartel pegado en la vidriera: «¡Ojalá pudiéramos seguir cien años más a vuestro lado!».
6. Villa Rosa, el primer tablao flamenco de Madrid
Madrid pierde otro local histórico, otro tablao flamenco, un lugar donde se han vivido noches repletas de arte: el tablao flamenco Villa Rosa. El tablao Villa Rosa, situado en la Plaza de Santa Ana y con más de 110 años de historia, ha visto pasar por su interior a artistas y clientes del más alto nivel. Su característica fachada de azulejos le otorgaba un encanto único y muchos directores de cine como Almodóvar quisieron que el local apareciese en alguna de sus películas.
7. Mamá Framboise, una de las mejores pastelerías
Hace un año que Madrid dijo adiós a una de sus pastelerías preferidas, Mamá Framboise. El motivo de la despedida ha sido la pandemia y su correspondiente cuarentena, un parón fatal para el negocio.
Mamá Framboise llegó a nuestra ciudad hace una década, a un bonito local de la calle Fernando VI, en el barrio de las Salesas. Nos conquistó con un concepto innovador y una repostería fina de ingredientes naturales y alta calidad. Sus piezas dulces y saladas, cada vez más variadas, se podían tomar en el establecimiento, un híbrido de pastelería, panadería y salón de té.
8. El nuevo Palentino
Aunque muchos de sus fieles aseguran que el verdadero Palentino cerró en 2018, año en el que se reformó el local y se le dio un lavado de cara; la verdadera fecha de defunción del Palentino es febrero de 2021. Conocido por sus precios y por ser uno de los bares más castizos del barrio de Malasaña, El Palentino baja su persiana de forma definitiva después de casi 80 años de historia.
9. El Café de Chinitas, otro tablao flamenco
El Café de Chinitas se unió a la lista de tablaos en Madrid que bajaron la persiana para siempre. Con este ya son tres los espacios flamencos que han cerrado en el último año en la capital, después de que Casa Patas y Villa Rosa, el primer tablao flamenco de Madrid, se vieran obligados a hacerlo por las consecuencias derivadas de la pandemia.
10. Ferpal, un negocio tradicional
El tradicional negocio situado en la Calle Arenal, 7, bajó su persiana de forma definitiva a finales del mes de febrero. Este local, frecuentado por turistas, era de sobras conocido por cualquier madrileño. Llamaba la atención su fachada que se ha mantenido incólume casi cincuenta años de historia en una de las calles más céntricas de la capital. En su interior era posible disfrutar de sus deliciosos sándwiches y embutidos en su kilométrica barra, rodeada de jamones y todo tipo de productos tradicionales.