Piensa en algo que hayas perdido. Algo que hayas perdido recientemente, hace menos de dos años, e imagínatelo en un limbo más o menos ordenado en el que reposan los objetos que otros tantos como tú se olvidaron en algún vagón de metro, en el banco de un parque o en un restaurante. Piensa en la escena de ‘Inside Out’ en la que se meten en la memoria de la protagonista: lo que imagines no distará mucho de lo que es este lugar. El paraíso de los Diógenes existe, se llama Oficina Municipal de Objetos Perdidos.
Allí llegan cada año miles de objetos (en su mayoría desde Barajas), está en el paseo del Molino 7-9 y la prueba de que es un perfecto desconocido no es que lo digan sus encargadas, sino que –a la fecha en que se escribe este artículo– en Google solo tiene 3 reseñas. El aeropuerto es el mayor suministrador de objetos sin dueño aparente. Alrededor de un 50 por ciento del total proceden de allí frente a un 20 por ciento procedente de Correos y un 15 por ciento encontrado en el Metro.
¿Qué se puede encontrar?
Pasearse por los pasillos de la Oficina Municipal de Objetos Perdidos recuerda a esas películas distópicas de corte postapocalíptico. Un tipo de narrativa en la que los estantes de los supermercados se ofrecen generosos a los pocos afortunados que pueden recorrerlos. Todo lo que allí hay, en la oficina municipal, se antoja gratis, aparentemente sin dueño, como sin dueño estarían las conservas de Mercadona el día del game over general.
El protocolo o mecanismo de funcionamiento de la Oficina Municipal de Objetos Perdidos no funciona, sin embargo, como un supermercado. Es decir, uno no se pasea por sus pasillos, revisa sus anaqueles y elige lo que le guste. El protocolo es muy otro: cada persona notifica lo que ha perdido, señala las condiciones en las que lo perdió y detalla las características del producto.
¿Cómo funciona?
«Lo que hacemos es mecanizarlos en el programa informático: darlos de alta para que estén a disposición de su propietario durante un periodo de dos años, el hallador (el que lo encontró) es quien se convertirá en el propietario una vez transcurrido este tiempo», nos cuenta Carmen Fernández, jefa del Servicio.
Dicho de otra manera: las cosas que se acumulan en Objetos Perdidos, por otro lado, sí tienen dueño, aunque no por mucho tiempo. Tienen dueño hasta que se demuestre lo contrario o hasta que pase el tiempo suficiente. Si después de dos años nadie las reclama, los responsables de custodiarlas contactan a quienes las encontraron si en su momento se hizo expreso el deseo de quedárselas. También se subastan (en cuyo caso el beneficio pasa a la Tesorería Municipal: el precio máximo alcanzado fue un Rólex, que se vendió por 3.600€) o se donan a Organizaciones No Gubernamentales con las que colaboran.
Pregunto ya fuera de cámara y de micro a la más veterana del lugar: ¿qué es lo más loco que os habéis encontrado? La funcionaria responde, pero antes añade que lleva 30 años desempeñándose en la oficina: «las cenizas de una persona». La historia es que un ciudadano volvía en algún medio de transporte que no recuerdo si era taxi o autobús y portaba consigo las cenizas de su padre. Las olvidó. El conductor (fuera de bus o de taxi) las llevó a la oficina y al día siguiente el hijo fue a por ellas: «Hola, vengo a recoger un jarrón».