Cuando Marta de Miguel y Javier Sánchez Medina estaban trabajando en el proceso decorativo de una cafetería, se paseaban por la calle Libreros y vieron cómo una de las librerías de la calle estaba preparándose para su liquidación. Entraron en el local y preguntaron qué iban a hacer con la estantería y les dijeron que nada. Entonces se la llevaron, la cortaron, la arreglaron y la ubicaron en lo que hoy (y antes de ser una cafetería también lo era) es Pan y Pepinillos.
La historia de la estantería es la que hemos contado, pero la trazabilidad de la mesa en la que te tomas el café o del mostrador en el que Juan Ibiza, barista, te lo prepara es otra. El improvisado mostrador lo trajeron de Mallorca y dice Marta “nos ha costado más traerlo que comprarlo”. La decoración les ha salido casi gratis: “lo hemos hecho todo nosotros”, dice Marta con cierto orgullo. Lo único nuevo, añade, es la máquina y el molinillo.
La decoración fue una preocupación al principio “quisimos hacer un café minimalista, pero todo lo que se está abriendo ahora es muy limpio, muy práctico. A mí me gusta más lo vintage: esto es como algo que se encuentra más en España. Ahora estás dentro de una cafetería y no sabes si estás en Madrid, en Nueva York o dónde”.
En Malasaña
Mientras transcribo la conversación con Marta tengo que afinar el oído porque el sonido de la cafetera enturbia el ambiente, pero al mismo tiempo actúa como símbolo. En apenas quince minutos de conversación la máquina suena tres veces: la gente entra en pareja o sola y se pide cafés para llevar o para tomar. Hay gente que solo entra para preguntar atraída por la estética del local.
Marta define Escorial, la calle en la que se ubica Pan y Pepinillos, como un pueblo. Y las sinergias que crea con los vecinos del lugar invitan a pensar eso mismo. Parte de la bollería la hace @la.creueta, mientras que el pan y los croissants los traen de Santos Bakehouse, una pastelería de reciente apertura en Malasaña y cuyo éxito ha sido casi inmediato. Una prueba de su éxito: al salir de Pan y Pepinillos, Marta nos invita a pasarnos a saludar por Santos Bakehouse y cuando llegamos nos lo encontramos cerrado con un cartel: “lo hemos vendido todo, nos vemos mañana”.
Más que una cafetería
Marta organiza una especie de campamentos de cerámica con gente de todo el mundo (literalmente, todo el mundo) en el valle del Rif (Marruecos): mujeres ceramistas rifeñas enseñan a los asistentes a hacer cerámica. Usan el barro de la montaña, pigmento natural y no necesitan torno. Javier, por otro lado, usa materiales naturales como esparto o mimbre para hacer cabezas de animales. Tiene su tienda –una tienda, por cierto, que ha visitado gente como Sarah Jessica Parker– en la misma calle que la cafetería
A pesar de que los metros cúbicos de Pan y Pepinillos son los que son, Marta y Javier abrieron la cafetería con una idea en mente: servir de espacio para dar a conocer el trabajo de artesanos. “Los dos trabajamos con artesanos y queremos dar visibilidad a artesanos. Nuestra idea es traer cada mes la pieza de un artesano, sortearla; traer a ceramistas que conocemos un montón…”.
Por ahora la cafetería en sí misma es una oda a la artesanía. El carácter práctico que se ha perseguido en la decoración y la parte positiva que comporta reciclar muebles, hacen que ese segundo objetivo (servir de espacio para dar a conocer el trabajo de artesanos) ya se haya conseguido. ¿La prueba? Una torera que hizo Javier y unos jarrones hechos en el Rif que visten la estantería. Y es cuestión de tiempo que las pruebas se multipliquen.