¿Puede la fachada de un edificio estar mullida o acolchada? Que nosotros sepamos no (al menos de momento), pero lo que sí puede hacer es parecerlo. De eso son un excelente ejemplo algunas de las obras del arquitecto Miguel Fisac, como la que nos ocupa: la Parroquia de Nuestra Señora Flor del Carmelo.
Este trampantojo, situado en la Avenida El Ferrol 49 e inaugurado en 1990, es un invento patentado por Fisac que tiene nombre propio: hormigón con encofrado flexible. De la misma forma en que solo los mejores escultores consiguen que el mármol pueda adquirir la apariencia ligera de un velo, Fisac logró, tras mucho estudiarlo, que un material como el hormigón tuviera ese acabado acolchado. Un recurso que también utilizó en construcciones tan dispares como el centro parroquial de Ciempozuelos, en su propia casa-estudio o en una vivienda en La Moraleja.
Las planchas blancas de hormigón de la fachada están decoradas con estrellas de ocho puntas, el símbolo del escudo de los carmelitas, que es la orden que rige esta parroquia.
La idea de Fisac era conseguir crear un espacio en el que conviviera lo mundano con lo celestial, y por eso el interior del templo no es menos sorprendente que el exterior. Aunque desde fuera el edificio parece cuadrado, la planta tiene en realidad forma de pentágono irregular. Por dentro predomina una estética industrial, con vigas metálicas, muros de hormigón blanco y la luz como elemento protagonista en un espacio diáfano.
Junto a otros importantes arquitectos de la época como Sáenz de Oiza, Fisac contribuyó a iniciar la transición hacia una arquitectura más moderna en España. Su estrecha relación con la iglesia (fue uno de los fundadores del Opus Dei y miembro durante 20 años, algo de lo que renegaría después) le llevó a sacar adelante propuestas innovadoras en la capital –en cuanto a edificaciones religiosas se refiere– como la capilla del Espíritu Santo del CSIC, La Magdalena (Chamberí) o las iglesias de Santa Ana (Moratalaz) y de los Dominicos en Alcobendas.
La del encofrado flexible es solo una de las innovaciones que aportó a la arquitectura de su tiempo, a las que se suman, por ejemplo, las «vigas hueso» (también de hormigón pero huecas), que se pueden ver en construcciones como el Centro de Estudios Hidrográficos de Madrid.
En su última entrevista, Fisac se citaba a sí mismo –un privilegio reservado, suponemos, a los genios– al recordar uno de sus versos (porque este arquitecto también escribía poesía), en el que reflexionaba sobre la muerte: «Qué impresionante debe de ser salir del tiempo». Algo que consiguió este arquitecto de Daimiel a través de su obra, en su día moderna y hoy, además, atemporal.
Fotografía de portada: © Ximo Michavila