Los perros son el vestigio más vivo que nos queda del colonialismo. Son nuestra propiedad, nos hacemos y deshacemos de ellos a placer. En el mejor de los casos, pertenecen a nuestra familia —familia, del latín famulus, esclavo o siervo al servicio del macho de la casa— pero son un congénere de segundo o tercer rango.
Nuestros amigos los perros se pasean constantemente de un lado a otro de la línea del ser y no ser de la que habló Frantz Fanon. Por encima de la línea, en la zona del ser, estamos nosotros, sujetos de derecho, autónomos, libres; por debajo, los moros, los gitanos, los viciosos y los perros (los negros no, que eso es racismo).
Esta línea va más a allá de lo taxonómico. Los sujetos de abajo, del lado del no-ser, son dominados por quienes están arriba, sometidos a su voluntad, lo que no impide que un mismo sujeto pueda moverse de un lado a otro de la línea, habitando, según cuándo y dónde, márgenes opuestos.
En cualquier caso, todo lo dicho requiere tres matizaciones. La primera resulta obvia: debe leerse con cautela. La línea del ser y no-ser planteada por Fanon es una herramienta interpretativa que busca cuestionar y poner a según qué asunción en apuros, no una tabla de Excel. En segundo lugar, esta herramienta interpretativa posee un origen y una aplicación antropológica, por lo que su uso a la hora de hablar de chuchos debe ser reflexivo pero en ningún momento taxativo. Y en tercer lugar, el único objetivo de este texto es recomendar uno de esos perfiles de Instagram que devuelven momentáneamente la esperanza en esta red social.
La cuenta Perros esperando a sus dueños (@perros.esperando) es, como puedes imaginar, fotos de perros aguardando a que su amo regrese con (suponemos) paciencia. Pero no es lo único. Su autor deja parir a su verborrea con textos que constituyen sabiduría pura en unos pocos caracteres, que hablan de libros, de historia, de etimología. O como él mismo explica, «textos que te dejan con la misma sensación que cuando descubres que el logo de Carrefour es una C».
Si Bartolomé de las Casas viviera, sería votante confeso de Pacma y declararía la incuestionable existencia del alma perruna. «Es evidente, miren esos ojos, cómo nos miran, interpelándonos», diría hoy un Bartolomé moderno con zapatillas del Decathlon. «Y sigan a @perros.esperando, por amor de Dios».