En una categorización definitiva se podría decir que hay dos tipos de restaurantes —hay más tipos de restaurantes—: por un lado, aquellos que requieren y exigen una peregrinación; y por otro, esos restaurantes a los que vas porque quedan cerca de casa o cogen de camino a x lugar o visitas por azar. O sea, siendo más reduccionistas todavía: estarían los que piden a gritos una peregrinación… y el resto. Sirva esta introducción, entonces, para presentarles a Piantao, un restaurante argentino de reciente apertura que, como habrán podido deducir, bien vale la pena un trayecto a pie, en metro, en taxi o incluso en AVE.
Piantao, que hace gala de una estética industrial y cálida —cálida en el sentido térmico de la palabra (el calor que emana de las brasas) y en el sentido acogedor de la misma—, es un restaurante gestionado por el chef argentino Javier Brichetto. Brichetto se toma en serio su trabajo, claro. Prueba de ello es que para la elaboración de la carta de Piantao, Brichetto se recorrió Argentina. En una reinterpretación de la locución de Julio César, se podría decir que fue, vio, aprendió, trasladó y triunfó.
La visita a cualquier restaurante cuya comida sea de origen internacional requiere cierta humildad en el comensal: hay que saber ser aconsejado. Lo digo porque la carne, en mi casa y en mi caso, siempre se ha comido en un estado más cercano al rigor mortis que a la incineración. Hay que ser humilde, para luego ser agradecido: comer ojo de bife —un tipo de corte que se extrae de la costilla de ternera— cocinado al punto argentino todavía hace salivar.
En Piantao, por cierto, el uso de la vitrocerámica (o de la plancha, vaya) es testimonial. Prácticamente todo lo que desfila por la mesa ha pasado antes por las brasas. Es decir, la carta es sencilla y la calidad de los platos está consagrada a la materia prima: la elaboración no es laboriosa, es precisa, es elemental. Y, además, tras esta cuestión hay un dominio de la expresión mínima. O ejemplificado: la mantequilla ahumada —el detalle, la importancia del detalle— o la humita en chala —una suerte de pasta de maíz asado, otro nivel— o los panes caseros.
Mención aparte (¡mención honorífica!) merecería el alfajor helado con dulce de leche con chocolate Águila.
Y yo, que nunca he estado en Argentina, voy a Piantao, pruebo sus platos, hablo con sus trabajadores y me aseguran: “Aquí vienen argentinos que dicen que se come mejor en Piantao que en muchos argentinos (de Argentina) de postín” (estoy parafraseando, no transcribiendo). Y me lo creo y pienso que es suficiente aval pero insuficiente definición.
Paseo de la Chopera, 69 (Legazpi)
Todos los días de 13:30 a 16:00; miércoles, jueves, viernes y sábado de 20:30 a 1:00
Alrededor de 40€ por comensal
Más información en su Instagram.