La plaza de Olavide es un oasis único en Madrid: no hay otro lugar así y quizá su mayor atractivo sea, precisamente, que no se parece ni recuerda a la ciudad en la que está ubicada. Este rincón de Chamberí no pasa desapercibido ni entre los madrileños ni entre los visitantes, y así lo demuestra un artículo del diario británico Financial Times, que la ha calificado como «el sueño europeo».
La pieza, titulada «Muchos regresos felices», recopila 22 lugares ideales a los que volver tras la pandemia, uno por cada uno de los 22 periodistas participantes. Y entre lugares como Venice Beach (Los Ángeles), Central Park (Nueva York), The British Library (Londres), el Dulwich Park (también en Londres) o la bahía Hoi Ha Wan (Hong Kong), se ha colado esta plaza madrileña de la mano del periodista Simon Kuper.
Como uno más de tantos, mezclándose entre quienes habitualmente encuentran en la plaza de Olavide un espacio donde desconectar de Madrid en Madrid, Kuper retrata desde uno de sus restaurantes este singular espacio de la ciudad. «Estoy sentado en la arbolada y octogonal plaza de Olavide, en la terraza de uno de los agradables pero nada excepcionales restaurantes de la plaza, tomando un aperitivo de vino blanco Albariño», escribe el periodista, al que también le llama la atención el precio de los menús: «unos ridículos 13 euros o así», apunta.
Kuper destaca de la plaza su patio central, «donde los padres se desestresan mientras los niños se vuelven locos», y el entorno de «hermosos apartamentos burgueses y calles peatonales», que permiten que la zona esté «tan silenciosa como puede estar el centro de Madrid», continúa. Su crónica particular finaliza con una reflexión en la que escribe que «En momentos así, España es el país más habitable del mundo. Aquí está el sueño europeo».
Una plaza con un (desaparecido) pasado de mercado
Antes de presentar el aspecto que tiene ahora, la plaza –conocida en sus inicios como plaza Industrial y rebautizada en 1860 a raíz de una propuesta vecinal– albergaba un pequeño mercado homónimo, instalado en el patio central desde el último cuarto del siglo XIX. Allí se vendían frutas, verduras y hortalizas.
Para la construcción original se utilizó parte del armazón de hierro del antiguo Mercado de la Cebada, y en el año 1934 se sustituyó por una estructura de hormigón de estilo racionalista, obra del arquitecto Francisco Javier Ferrero Llusiá.
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El 2 de noviembre de 1974 fue demolido y tres años después se inauguró la nueva plaza que, tras sucesivas remodelaciones, se ha acabado convirtiendo en la plaza de parterres, árboles y arbustos que conocemos hoy, rematada con la gran fuente central que se instaló en 2002.