El día de la Lotería de Navidad es un día muy especial en toda España, y sin duda tiene un nombre asociado a él: doña Manolita. Toca recordar cómo esta señora y su administración se convirtieron en el emblemático símbolo que hoy son, pues ya han llegado a repartir el primer premio en hasta 80 ocasiones, siendo el último número premiado el 88008, haciendo que el Gordo de Navidad caiga en Madrid de manera casi.
El sorteo extraordinario de la lotería de Navidad del 22 de diciembre va asociado a toda una leyenda: doña Manolita. Hablar de doña Manolita es hablar de una de las Administraciones con más tradición, historia y solera de España: la administración de loterías nº 67 de Madrid.
Durante más de un siglo de existencia han sido muchos los que por allí han pasado tratando de hacer realidad sus sueños, y en otras tantas ocasiones nuestra protagonista no ha dudado en corresponder a tal demanda. La historia comienza a forjarse a principios del siglo XX. Su tradición y fama es fruto del esfuerzo y la ilusión que suelen ser necesarios para merecer tales distinciones. Pero conozcamos un poco más su historia.
Doña Manuela de Pablos viene al mundo en 1879, en el castizo barrio de Chamberí, hija de un maestro de obras. Su primer negocio fue un estanco e la Calle Hortaleza de Madrid. Pero es en 1904, con 25 años, cuando doña Manolita abriría junto a sus tres hermanas la Administración nº 67, en la madrileña calle Ancha de San Bernando. Lo que no sabía por entonces, es que desde ese momento se convertiría en “El Templo de la diosa Fortuna”.
Sus primeros clientes, aprovechado su proximidad, eran los estudiantes de la entonces Universidad Central de Madrid. Estos acudían atraídos por la belleza y el carisma de doña Manolita.
Pero parece ser que al principio la suerte se le resistía a la lotera y a sus clientes. Cuentan que para remediarlo, doña Manolita no dudó en desplazarse hasta Zaragoza para visitar a la Virgen del Pilar, con el propósito de que varios décimos que llevaba desde Madrid fueran “bendecidos” por el manto carmesí de la Virgen. La creencia, la casualidad o quizá la fe depositada hicieron que esos décimos fuera premiados en el sorteo de Navidad. A partir de esta significativa anécdota la suerte estaba echada.
Tales fueron la popularidad que fue adquiriendo y el aumento progresivo de su clientela, que en 1931 doña Manolita se trasladó al número 31 de la Gran Vía y a la Puerta del Sol esquina con la calle Arenal.
Esta última administración pasaría a su hermana y sería conocida como “Hermana de doña Manolita”. En la recién estrenada sede es donde se ha desarrollado hasta el momento gran parte de su existencia.
Su permanencia se debe también al fruto de su trabajo. Así, no era raro que la Administración echara el cierre coincidiendo con el final de todos los espectáculos de la mítica Gran Vía.
Para ser alguien que se dedicaba a repartir ilusiones y a hacer realidad los sueños de la gente, a ella la suerte no le favoreció demasiado. La lotera estaba abonada al 15.329, que nunca fue agraciado, aunque todavía permanece en un lugar destacado de la Administración.
Pero doña Manolita nunca se rendía, y no desperdiciaba ninguna ocasión para buscar la suerte en cualquier lugar. Asidua a veranear en La Toja, cuando emprendía viaje, en su equipaje no faltaban unos cuantos décimos para vender. En poco más de un año repartiría 14 premios gordos.
Ya con una fama reconocida y consolidada, la lotera más famosa de España abandonó definitivamente su negocio en 1951. No tuvo descendencia, pero a sus clientes no los dejó desprovistos de la suerte que ella tanto repartió.
El negocio permaneció en la misma ubicación hasta 2011. En esta ocasión la mudanza se hizo a la cercana calle del Carmen 22, en la antigua “Casa del Fumador”. La sede cambia, pero la tradición se perpetúa. En este sentido todo es igual, y son largas las colas para hacer realidad los sueños de aquellos que van a depositar sus ilusiones y esperanzas.
Madrileños, españoles e incluso extranjeros han guardado cola en su negocio para hacerse con alguno de los millones de décimos que vende al año. Pocos son los que renuncian a hacerse con un décimo de la lotera más conocida de Madrid, recordada en dos canciones escritas en su honor: Mañana sale, compuesta por Quintero León y Quiroga; y A la sombra de un león escrita por Joaquín Sabina.