Los relojes urbanos, de alguna manera, han perdido gran parte de la utilidad que se les presuponía hace algunas décadas. Sin posibilidad de acceso a un reloj de muñeca y posteriormente a un dispositivo móvil, es hasta raro imaginar el gesto de levantar la cabeza para conocer una hora determinado.
Tanto ocurre así que el reloj de Puerta del Sol tiene un detalle que puede pasar desapercibido por falta de observación: el número cuatro aparece escrito de tal forma que uno pensaría que es un error. A pesar, claro, de que el día 31 de diciembre millones de españoles lo miran, hacen una cuenta atrás y celebran la entrada del año.
Posiblemente sea el reloj más popular o más veces visto de España y esconde un fallo (si se quiere pensar así) no atribuible a un motivo, sino más bien a algunas teorías.
¿Por qué IIII y no IV?
Lo dicho: la respuesta a la pregunta es inexacta y algo abstracta. El de Madrid no es el único reloj del mundo con esta disonancia y de hecho el Instituto Británico de Relojería contempla una posible respuesta: la simetría visual con su opuesto en la esfera (el VIII) no la consigue el IV.
Hay quienes apelan a que es para evitar confusiones al número VI e incluso para no blasfemar a Jupiter (Ivpiter), dios supremo de la mitología romana.
Otra teoría, más fantasiosa y susceptible de llenar un vacío en una conversación de ascensor, remite a un relojero de 1370 (Henry de Vick), que hizo un reloj para la torre del Palacio Real en Francia. El rey Carlos V le dijo que no le gustaba como quedaba el IV, el relojero le dijo que es que era así y el rey le contestó que “el rey nunca se equivoca”.
Un poco como eso que decía la madre de Paco León, que ella no miente porque automáticamente cuando dice algo ese algo se convierte en verdad.