Dos pasos hacia adelante para dar uno y medio hacia atrás. El renovado Santiago Bernabéu volverá a su estado original después de que el club blanco se haya solidarizado con las críticas a la apariencia estética, así como por la constancia de que existe una notable diferencia entre las expectativas (los renders) y la realidad.
Las obras, que empezaron en 2019, prometían un cambio estético radical que iba acompañado del techamiento del estadio y de la instalación de un césped retractil, entre otras cosas.
Las citadas y las otras cosas han sido recibidas con aplausos (y, de hecho, se mantendrán). No así ha ocurrido con el aspecto estético. “Es un horror: entra automáticamente en la categoría de edificios más feos de la ciudad”, dice a este medio un reputado arquitecto que no quiere desvelar su nombre.
Una motivación estética
Existe un consenso generalizado al respecto. El periodista y escritor Rubén Amón definía la forma del nuevo Bernabéu como un “futurismo trasnochado” y añadía que era como “una colisión estética en la pista de aterrizaje de la nave espacial”.
Los memes y la presión de las redes sociales no han hecho sino aumentar: hay quien compara el estadio con una lata de sardinas y, lo que ha hecho más daño en el seno del club blanco, con una tapa de WC.
Sería en última instancia esta comparativa lo que ha condicionado que una vez acabe el verano se ponga en marcha la maquinaria de obras –la encargada de deshacer el entuerto, por cierto, será la constructora FCC según revelan fuentes cercanas al club.
Las obras, si alguien de quien ha llegado hasta aquí se ha creído la noticia, empezarían una vez acabado el verano, cuando ya hayan tenido lugar los conciertos de artistas de dimensión internacional como Duki, Taylor Swift o Karol G. Y quién sabe si incluso de Drake, Daft Punk o incluso The Beatles.