Productos de calidad y consumo responsable son las máximas de esta tienda de productos a granel con alrededor de 300 productos diferentes y cuatro novedades semanales.
La moda de las tiendas a granel es una de esas modas difíciles de descifrar. No eres capaz de ubicarlas generacionalmente; no sabes si es algo más propio de tu abuela o de tu vecino millennial de barba y camisa de cuadros. No eres capaz de poner nombre a la gran mayoría de sus productos. No sabes si son algo muy moderno o muy vintage. O las dos cosas. Pero tienen un poder de atracción enorme.
Ramón y Dana vieron en esto una buena forma de ganarse la vida, y ahí que fueron. Montaron El Granel de Corredera, un pequeño paraíso de las especias, los cereales o las legumbres en el corazón de Malasaña, concretamente en el número 33 de la Corredera Baja de San Pablo. Aunque Ramón aclara que «esto tiene que gustarte, aquí no te vas a hacer millonario».
Por eso se lanzaron a esta aventura, porque si uno se quiere hacer rico se monta un fondo de inversión, no una tienda de venta de productos al peso. Y Ramón es un enamorado del campo y de su huerta, y Dana, una enamorada de la cocina y sus mejunjes.
Según Ramón, su principal distinción como negocio es la calidad de su producto. «Se ve, se prueba y se fideliza rápidamente», asegura con seguridad Ramón, que va casi a proveedor por producto, lo que obviamente supone más trabajo, más esfuerzo, más albaranes y más calidad. Pero también es consumo responsable, ecológico, donde «solo un tres por ciento de nuestros productos son envasados», explica.
El propio Ramón asegura que tienen productos que aún no ha probado y productos de los que tan siquiera tenía noticias de su existencia, como el gluten de trigo, los diecisiete tipos de arroces o la harina de algarroba de un color y sabor parecido al chocolate. Tienen más de 300 productos y cada semana suman cuatro más. A ese ritmo, lo que les hará falta pronto es un nuevo local.
Pero además, el precio respecto a las grandes superficies es el mismo e incluso más barato, siendo la calidad mucho mayor. Lo más sorprendente es su variedad de público, donde entran desde jóvenes estudiantes que compran al día hasta «abuelitas que les hace gracia recordar viejos tiempos», aunque «también ayuda mucho el turismo; estudiamos la zona y esta zona se ha convertido en un nivel adquisitivo medio alto, está de moda y eso se nota», cuenta Ramón.