Se necesita mucha paciencia para tener suerte.
Hay quienes abrazan la filosofía de sentarse a esperar la llegada de la suerte, sea buena o sea mala, para aceptar sin resquemor los caprichos del universo. Y hay quienes descruzan los brazos y salen en busca de la fortuna, en todos los sentidos. En este caso, la caza del destino requiere aguantar una cola eterna e inamovible frente a la administración de lotería nº 67.
¿Es una penitencia pre-Navideña? ¿Un acuerdo unilateral con el karma? ¿O una fe ciega en saborear al menos una gota de buena suerte? Cada cual tendrá sus motivos para permanecer de pie frente a Doña Manolita el tiempo que sea necesario. A pocos días del sorteo de Navidad, hay que echarle al menos unas tres horas.
El primero en llegar se sitúa frente al establecimiento, cerrado, a las 6:00 h de la mañana. Doña Manolita despierta a las 9:00 h, con la tranquilidad que infunde ser el objetivo fijo de una clientela infinita. La administración que más premios ha repartido en sus 200 años de vida calcula que esta vez superara su propio récord de ventas.
La historia de la lotera más famosa de Madrid está salpicada de reveses, pero los fieles de la administración siguen el ejemplo de doña Manolita, quien practicó la persecución activa de la suerte. Y para esta misión hacen falta altas dosis de paciencia y calzado cómodo.
La probabilidad de que toque «el gordo» es ínfima, y todo el mundo lo sabe. Pero todos confían, aunque sea un poquito, en contagiarse de la suerte crónica de doña Manolita. Por eso vale la pena pasar horas de tormento para hacerse con el número. El 13, el 5, el 7, los que acaban en 18.
Hay un dato muy de esta era tecnológica que nos confirma el éxito de la administración nº 67: los boletos de doña Manolita se pueden comprar por internet, pero la gente de dentro y fuera de Madrid prefiere guardar cola para sentir el ansiado décimo en sus manos.
Tal vez esto sea lo más cerca que se puede estar de acariciar la suerte.