Entrevistamos a Jorge Pérez, líder de la banda Patax, que tocan este sábado en el Café Berlín.
Jorge es un percusionista nato. Un culo inquieto profesional. Hablas con él y sientes que le gustaría estar al mismo tiempo a otra cosa, tamborileando sobre cualquier superficie, planificando su próximo vídeo de estudio. Tararea sin parar. Los ritmos son parte natural de su conversación y los intercala entre broma y reflexión con la precisión de un metrónomo.
Jorge iba camino de ser atleta profesional; también de ser arquitecto, «pero hubiera petado de alguna forma y ahora estaría robando bancos», así que decidió centrarse en la música. Y gracias a esa decisión, que dice fue más racional que impulsiva, podremos verle junto al resto de Patax este sábado en el Café Berlín a las 22:45 en un concierto que promete será «un pelotazo».
¿Qué es Patax?
Como es una onomatopeya, es una forma de que te acuerdes del nombre. Tum tum tum tum tum ¡patax! Es un proyecto musical, el paraguas bajo el que meto todo lo que hago, desde un disco con una banda de quince tíos hasta un vídeo tocando cuerpos humanos. Empezó siendo el nombre de mi primer disco y se ha quedado como nombre de proyecto.
¿Y quién es Jorge en Patax?
Es el jefe (ríe), para bien o para mal y muchas veces para mal, porque tengo muchos músicos, grandes músicos que seguro que tienen mucho que aportar creativamente pero he querido mantener esta burbuja donde puedo hacer lo que yo quiera sin que haya más opiniones. Es un poco dictadura pero, a nivel creativo, las dictaduras bien enfocadas son muy eficientes. Estoy harto de ver proyectos donde todo el mundo opina sobre el color de la camiseta, donde todo el mundo opina sobre si dedican los 200 euros extra de merchandising a grabar un tema o a poner gasolina a la furgo.
Y si tuviéramos que hablar en porcentajes, ¿qué porcentaje de Patax sería flamenco, qué porcentaje funk, qué porcentaje latin jazz…?
Para simplicar vamos a decir que un 25 por ciento de flamenco; 25 por ciento de música afrocubana, llámalo salsa, latin jazz…; un 25 por ciento de funk, que a lo mejor me quedo corto; y el último 25 por ciento lo repartiría entre jazz, rock y otros (ríe). Eso estilísticamente hablando, pero lo que pasa es que el término jazz te puede llevar a un concepto más abstracto de cómo enfocar la música, y ahí todo lo que hacemos es un poco jazz, porque tenemos un grado de improvisación alto.
Dijiste en una entrevista que las grabaciones de Patax son como el olor de un cordero asado.
Dije aquello en el sentido de que a Patax hay que verlo en directo. Escucharlo solo está bien, pero no te llevas la esencia del proyecto hasta que no lo ves, y es como oler un cordero asado y no comértelo, o comértelo sin olerlo, se te queda algo fuera. Hay otras bandas que se explican mejor con el audio. En una banda de pop casi siempre, depende de la banda por supuesto, con una grabación exquisita, de estudio, el bajista graba en Londres y el batería no se qué, lo que oyes es lo que quieres que se oiga y no hay mucho más.
Un sitio de Madrid para escuchar música en directo.
¿Uno?
O dos, o tres.
El Café Berlín es un garito clásico de la capital. El Café Central es un club con solera donde da gusto tocar. Está la Sala Tempo, está la Clamores, el Bogui Jazz. Tenemos una ciudad afortunada en cuanto a propuestas.
¿Qué es lo peor de ser músico en Madrid?
Diría que en Madrid hay mucha competencia. En los 90 empezaron a llegar cubanos, menos mal, pero hizo que los pianistas que aquí tumbaban, los congueros hippies con rastas o sin rastas, dejaron de poder tocar porque llegaba gente que tocaba con Irakere, con Chucho Valdés, con Celia Cruz, y se quedaban a vivir aquí con un nivel muy alto; igual saxofonistas, bajistas. De repente esa exposición que tuvimos a esos musicos hizo que muchos se tuvieran que dedicar a otra cosa y otros tuviéramos que apretar el culo para poder tocar y estar a un nivel similar. Pero hizo mucho bien, ¿eh? Está muy bien que la competencia tire para arriba el nivel.
¿Y lo mejor?
Para mí una de las cosas buenas de Madrid es la confluencia que se ha dado entre el flamenco y esa música cubana, caribeña, que ha dado lugar a casi diría un género nuevo del que hasta el maestro Paco de Lucía se hizo eco.
¿Quién era Jorge antes de Patax y quién podría haber sido de no existir la banda?
Podría haber trabajado en el IKEA (ríe).
Una canción de Patax que cante a Madrid.
Sí, te debería sonar. Ese tema que dice Pongamos que hablo de Madrid (ríe). No tengo ninguno que hable de Madrid, por lo menos no directamente. El último disco de Patax se llama Creepy monsters y no habla de Madrid pero habla de España y de Europa. Habla de la suerte que tenemos los que hemos nacido en el lado afortunado de la frontera donde hay parques y paz y palomas y puedes estar aquí tocando el cajón y si pasa algo hay un policía que te atiende, etc., frente a la gente que ha nacido en otros lados, Siria por ejemplo, donde, sin mayor culpa ni mérito que nosotros, están teniendo una vida de mierda mientras les dura. Creepy monsters hace alusión a lo monstruoso de la actitud pasiva de la gente que tenemos tanta suerte y, cogido un poco por los pelos, tiene un poco que ver con Madrid, con España y con la gente que estamos tan a gusto.
Y una canción no de Patax que cante a Madrid.
El 95 por ceinto de la música que yo escucho no tiene letra. Soy poco popero y el pop que escucho es de Michael Jackson, de Toto o de Stevie Wonder. No se me ocurre ninguna.
Y hablando de Michael Jackson, ¿por qué esa obsesión o devoción por su música?
Obsesión no. Me gusta mucho su música. De adolescente la escuché mucho y lo pasé genial. Creo que muchos elementos de mi música tienen que ver con la exposición a ese género y, por circunstancias, de la vida acabé haciendo un disco tributo a Michael Jackson. En el disco anterior hice dos arreglitos de dos temas suyos porque me apetecía, ‘The man in the mirror’ y ‘The way you make me feel’, lo escuchó y lo vio un tipo en México que estaba produciendo un tributo a Michael Jackson para un musical y me contrató y me propuso hacer un disco entero tributo a Michael Jackson. Eso fue hace ya cinco años. Ahora cada vez lo tocamos menos. Después de ese disco, Patax plays Michael, hicimos A night to remember y ha salido ya el siguiente que es Creepy monsters donde solo hay un tema ya tributo a Michael. Ha sido y está siendo una época muy divertida, la gente lo celebra mucho. Es uno de eso artistas que, vayas donde vayas, la gente lo conoce. Tocas en Canadá, en Perú, o en España, o en Japón y empiezas “ton tocorocoton ton, tocotonton, tocotonton” (tararea ‘Smooth criminal’) y la gente “wooooo”.
¿En qué momento se te ocurre usar culos ajenos como instrumento?
Un momento un poco inconfesable pero fácil de imaginar. Los percusionistas tocamos todo, estamos siempre dando el coñazo, y eso se lleva a todos los momentos vitales. Un día tenía un culo delante, cosas que pasan, y fue como “ostras, qué guay”. Estaba en una época en que ni siquiera teniendo un culo delante estaba del todo descansando del proceso creativo de mi banda. Para mi sorpresa no había nadie tocando culos, y mira que en YouTube pones “ardilla friendo huevos” y lo encuentras. De ahí el pelotazo que dio ese vídeo y que sigue dando.
¿Cómo se toma uno que un vídeo como este se viralice más que otros a los que quizá has dedicado más tiempo?
Antes de hacer los vídeos yo era consciente de que el mundo funciona así. En parte por eso lo del vídeo de los culos. Muy a grosso modo, cuanto peor es la banda, más éxito tiene por un tema de educación musical. Si la gente no sabe de un tipo de arte, a poco que eleves un poco el nivel se pierden. Si fuéramos un país donde la educación musical fuera importante, la gente percibiría matices que ahora se le escapan. ¿Cómo vas a pedir a esa gente que salga del pum cha pum cha pum cha pum (tararea algo que entendemos como reggaeton)? ¿Es culpa suya? No, es culpa de un sistema que no valora la música como algo imprescindible para el desarrollo del ser humano. Si tuviéramos esa sensibilidad, no digo que fuéramos músicos todos, pero habría exposición a los clásicos, a las corrientes importantes, estudiaríamos quizá menos religión o menos matemáticas. La gente tendría más despierta esa inquietud por el arte y la música y escucharía más discos, iría a más conciertos, tocaría instrumentos, y entonces vídeos como los sofisticados de Patax tendrían más visitas que unos culos.
Una comida y un sitio donde comerla en Madrid.
Lo primero que se me ocurre es la comida india de los indios de Lavapiés. Además en esta época del año empiezan ya a poner las mesas fuera y se te mezcla lo rico de la comida con el ambiente casi de ciudad india, o asiática o del mundo que hay en primavera en ese barrio de Madrid.
¿Hay en el flamenco más purismo que en otras corrientes?
Sí, hay más purismo en general y los rompedores que han estirado el mundo creativo del flamenco lo han pasado mal. Hasta Paco de Lucía fue tachado de hacer cosas que no eran flamenco. Hay un hermetismo en el flamenco en parte porque muchos de los grandes artistas flamencos tienen muy poco mundo. Grandes talentos que viven en Jerez que ahí se han quedado. Es un mecanismo de autodefensa el proteger lo tuyo y ser muy riguroso cuando, si no abrimos el arte, no se abre nada.
Patax es un poco eso.
Sí. Yo entiendo Patax como un proyecto que no se puede definir como flamenco. Cuando hablo de Paco de Lucía sí, y es muy fuerte que Paco de Lucía fuera criticado por incluir instrumentos nuevos en el flamenco o hacer armonías, pero que Patax sea criticado lo puedo hasta entender. No lo comparto, pero lo entiendo. Si a un tío de Jerez le cuesta encajar a Paco de Lucía, imagínate a ‘Billie Jean’ por bulerías.
Un sitio donde tomar algo, ahora que ya apetece.
No va a encajar con lo que estás pidiendo pero lo que me apetecería a mí es coger una bolsa de pipas y un Nestea, irme al parque Juan Carlos I que en esta época del año hay un montón de gente con cometas. Pero un montón es 200 personas con cometas los domingos, y es un sitio muy agradable y menos conocido que El Retiro.
Un grupo madrileño.
Cosmosoul, el grupo de la cantante de Patax, Alana Sinkey. También recomendaría el trío de Daniel García.
Algo que eches de menos de Madrid cuando te vas.
Yo echo mucho en falta mi cabina insonorizada, donde puedo estudiar a cualquier hora. Eso lo echo de menos muchísimo. Pero la zona de la plaza de los cubos, la calle Martín de los Heros con los cines y plaza de España, Templo de Debod y tal, es una zona bastante guay. El Plaza Jazz Bar también, en Martín de los Heros. Esa zona mola mucho.
Y algo que no echarías en falta.
La capa de mierda que veo desde mi casa en Vallecas.
Adelántanos algo del concierto del sábado. Véndenos un poco la moto.
Este concierto va a ser un pelotazo porque venimos de estrenar repertorio hace dos meses escasos en Madrid y cuando estrenas repertorio siempre estás un poco tenso. Además fue en el Teatro Nuevo Apolo, con invitados concretos. Y ahora va a ser el mismo repertorio pero camiseta desabrochada y club de jazz. Estoy seguro de que vamos a estar mucho más relajados y gozándolo.