Madrid ha sido musa para miles de artistas que encontraron en sus calles la inspiración que su obra les exigía, y que acabaron devolviendo el favor a la ciudad en forma de canción. Cantar a Nueva York es pensar en Frank Sinatra. Cantar a Madrid es pensar en Joaquín Sabina.
La gente del diario El Español analizó las canciones de Sabina a raíz de la publicación de su último disco, y se encontraron con que el sexto término más repetido por el artista en sus canciones es “Madrid”. Sin duda los grandes himnos que Sabina ha legado a la ciudad son Pongamos que hablo de Madrid y Yo me bajo en Atocha, pero basta escuchar algunas de sus canciones para apreciar que la ciudad está mucho más presente de lo que pensábamos en su obra.
Estas son algunas de las cosas que Sabina nos enseñó sobre este lugar en el que él mismo dijo que siempre se había sentido como “un cateto en la gran ciudad y viviendo cosas que no estaban en el guión”.
Museo Chicote
En esa clase de historia que es De purísima y oro, Sabina dibuja el Madrid costumbrista de posguerra, con sus miserias y su tauromaquia, pero también haciendo un recorrido por algunos de los lugares donde se dejaba ver la crème de la crème de la época.
El más famoso de los lugares citados en la canción es el Museo Chicote, emblemática coctelería en el número 12 de Gran Vía que lleva abierta ininterrumpidamente desde 1931. Por su barra, regentada hasta su muerte por el barman Perico Chicote, desfilaron figuras como Luis Buñuel, que hablaba del local como la Capilla Sixtina del Dry Martini, o Ernest Hemingway, quien según cuentan escribía desde allí sus crónicas de guerra mientras las bombas caían sobre el vecino edificio de Telefónica.
Café La Mandrágora
Este local vio nacer el tercer disco de Sabina en su camino para dejar de ser un perrofla ochentero y empezar a convertirse en un cantautor de prestigio con muchos -y merecidos- ceros en la cuenta. Parece extraño que no se haya aprovechado el tirón comercial del nombre de aquel local en la Cava Baja, hoy rebautizado como Lamiak.
El propio Sabina admitió que el éxito de aquellos años dorados fueron mayoritariamente gracias a Javier Krahe, amigo eterno del ubetense. No cabían más de 50 personas en aquel sótano, lleno cada noche hasta la bandera gracias al boca a boca, y que dio a luz a una de las grabaciones en directo más cutres y legendarias de la época, con el ruido de vasos que caen al suelo y las llamadas al orden entre los artistas para volver al escenario. Personajes como el escritor Manuel Vicent o el director de El País, Juan Luis Cebrián, se dejaron ver por aquellos lares.
Cine Carretas
En la canción Juana la loca, Sabina narraba la historia de un padre de familia que decidía dar rienda suelta a su condición sexual en un tiempo en que la homosexualidad aún se veía como una forma de vicio poco respetable. La canción es de alguna manera una defensa a la libre salida del armario y una crítica a los puritanismos de una época en la que Sabina era pura transgresión.
A lo largo de la canción se hace mención al ya extinto Cine Carretas, situado en la calle que le dio nombre y que cerró en el 1995 tras 60 años de funcionamiento. El cine, uno de los dos últimos de sesión continua que aguantaron en Madrid, se convirtió en una suerte de punto de encuentro para la comunidad gay de la capital, un secreto a voces que todos conocían pero que muchos temían normalizar. ¡Quién les iba a decir que Madrid se convertiría en unos años en la capital del Orgullo Gay!
El Dioni y Carabanchel
También tuvo la creatividad sabinera un hueco para el que posiblemente sea el atracador más famoso de la historia de Madrid: Dionisio Rodríguez Martín, conocido popularmente como Dioni, a quien Sabina dedicó Con un par para rendirle su particular homenaje.
Este exconductor de furgón blindado y su característico estrabismo decidieron en julio de 1989 que ya estaban hartos de andar transportando el dinero de otros y que él sabría darle un uso mucho mejor a todo ese capital en Brasil. Y allí que se fue con sus 300 millones de pesetas. Aunque la epopeya no le duró mucho y un año después ingresaría en la prisión de Carabanchel para tiempo después, hacerse famoso paseando su popular rostro por unos platós de televisión donde ya se iba fraguando la pasión por las celebrities de hoy.
Las majas de Goya
Cumpliendo con la fama de golfo irreverente y mujeriego que siempre arrastró, de la que hizo gala y de la que ahora ha intentado desprenderse en su último disco, quizá por el paso de los años, Sabina ha mencionado en más de una ocasión a las majas de Goya, en especial a la desnuda, que descansa al fresco del Museo del Prado y que representa para el cantante la liberación sexual que tanto ha pregonado en su carrera, libre de tapujos y corrección política. Porque, como dijo el propio Sabina, “de las dos majas de Goya, prefiero la misma que tú”.
Pocas ciudades enganchan tanto como Madrid, y Sabina, que pensaba que “aquí no quedaba sitio para nadie” y se pasó al “aquí he vivido, aquí quiero quedarme”.