Hay un principio simple: si A y B son buenos por separado, ¿por qué no iba a ser bueno la suma de ambos? Esta tendencia de algunos a mezclar provocó crisis de ansiedad en Italia la primera vez que oyeron hablar de la pizza hawaina, y le valió a Jamie Oliver el título de terrorista gastronómico el día que se atrevió a publicar en redes sociales su versión de la paella con chorizo.
Sin embargo, para muchos la comida fusión es pasión por la gastronomía y capacidad de reinventarse, aunque ahora viene el gran «pero». A veces el mestizaje culinario se ceba con tu cartera y eso ya gusta menos, por eso os traemos cinco maravillas del multiculturalismo con las que saciar tu apetito sin que la cuenta bancaria se resienta.
Chuka Ramen Bar
Los creadores de Chuka Ramen definen chuka como la versión japonesa de la gastronomía china. Eh… ¿cómo? ¿Japoneses versionando a chinos? ¡Pero si a veces cuesta diferenciar las dos gastronomías, no digamos ya los dos fenotipos! Pues sí, y el resultado es pura gloria gastronómica con cierto estilo street food, tan de moda ya, donde se combinan elementos japoneses como el ramen y sus cocciones de hasta 24 horas con las clásicas empanadillas chinas dim sum.
Se agradece charlar con el personal para que nos expliquen tranquilamente en qué consisten unos platos de aparente simpleza, pero enorme dedicación. Nosotros probamos los gyoza de butifarra, el ramen miso dashi con albóndigas vegetales, los pasteles de arroz dok boki y la ensalada verde con pollo a la placha y vinagreta wafu. No tenemos ninguna queja hasta la fecha. Bueno, sí: que cierren domingos y lunes.
C/ Echegaray 9
The Japanese Burrito
Aunque suene a coña, esta gente vende sushirritos. Este híbrido entre el sushi y el burrito nació en San Francisco no hace mucho y ya ha aterrizado en España rebautizado japarrito de la mano de The Japanese Burrito. En pocas palabras, el japarrito consiste en enrollar con alga nori o tortilla de trigo todo aquello que utilizarías para hacer sushi o burritos. ¡¿Cómo podría salir mal?!
El japarrito es la fusión más literal y menos sofisticada que haya visto, y está lejos de ser alta cocina, pero funciona. Sus creadores juegan con ingredientes como salmón y atún crudos, queso feta, anacardos, aguacate, confit de pato, boniato o chipotle para parir a este hijo bastardo del multiculturalismo disfrutable por una media de 11 euros.
C/ Sagasta 14
Pajarita
En Pajarita defienden dos cosas que me conquistaron desde el minuto uno: que su cocina está pensada para ser compartida y que no necesitarás cuchillo. Y si hubiera que sacarle un punto negativo, diremos que tiene una de esas cartas que te bloquean, porque te gustaría pedir todo, y eso no puede ser. En su carta se entremezclan elementos de gastronomías tan diversas como la gallega, la griega, la mejicana o la peruana, saltando de plato en plato y de país en país sin saber con qué quedarte.
El precio medio de cada plato ronda los 6 euros, lo que sin duda es una invitación a compartirlos. Nosotros lo hicimos con los macarons mejicanos, el baozi de cebón, las quekas o las patatas ultracrujientes «un dos tres malasaña». Además, los jueves cierran a las 2 am y los viernes y sábados, a las 3 am, así que la fiesta no tiene por qué acabar con el postre.
C/ Apodaca 20
Taxi a Manhattan
Si tuviéramos que pensar en las Mecas del encuentro intercultural, sin duda muy a la cabeza de la lista estaría Manhattan, y en eso precisamente consiste la propuesta de Taxi a Manhattan: concentrar en un solo local algunas de las comidas que la gastronomía norteamericana ha ido haciendo suyas, transformándolas hasta hacer que la comida de little Italy se parezca poco o nada a la de Italia. Más o menos como aquí con el pollo con almendras, pero con más presupuesto.
El wok de sepia, los sliders de albóndigas, el costillar de ternera a baja temperatura o la ropa vieja son algunos ejemplos de cómo apropiarse de una gastronomía también puede ser maravilloso.
C/ de la Basílica 17
Picsa
Cuenta el diario Clarín, que algo más que nosotros sabrá de esto, que la pizza argentina se fue distanciando de la original cuando los españoles emigrados al cono sur empezaron a hacerse con un negocio pizzero que empezaba a despuntar y que los propios italianos rehusaban convertir en su forma de vida al otro lado del Atlántico, de modo que la receta fue mutando.
Hablar de pizza mestiza a estas alturas es pura redundancia, pero en esta ocasión daremos por bueno el amor patrio argentino y su a priori incongruente concepto de pizza argentina que el equipo de Picsa hace tan bien. Horno de leña de encina, una cafetera traída de Milán y una mezcla de cuatro tipos de queso (dos gallegos y dos que se niegan a desvelar) que sustituyen a la clásica mozzarela.
C/ Ponzano 76