En su voluntad de encuentro con lo divino, la arquitectura religiosa ha levantado edificios de grandes dimensiones para situarse –ya no solo espiritual, sino también físicamente– cerca del cielo. Y como si se tratase de una reminiscencia de esa tradición arquitectónica, una luz de color verde anuncia que en la planta 33 de la Torre Emperador Castellana, una de las que conforman Cuatro Torres Business Area (CTBA) –cinco, con la Torre Caleido–, se encuentra la capilla más alta de Europa a más de 100 metros del suelo.
La luz LED, visible a kilómetros de distancia, marca la ubicación de la capilla de la Torre Emperador Castellana (paseo de la Castellana, 259 D). Este pequeño centro religioso, de 75 metros cuadrados, tiene ahora doce años y fue bendecido por el Cardenal Arzobispo Don Antonio María Rouco Varela el 3 de febrero de 2010.
Dado que se trata de un santuario poco convencional, no es de extrañar que las medidas para ponerlo en marcha también lo fuesen. Según explicaba hace un par de años en El País Manuel Sánchez, párroco de María Inmaculada y responsable de la capellanía, «hubo que pedir autorización a AENA para que indicara el color adecuado [de la luz], ya que no podía ser roja para no confundir a las aeronaves«.
Misa a más de 100 metros de altura
La capilla se instaló en 2010 en la entonces llamada Torre Espacio, concretamente en la planta 33 –que, casualidad o no, es la edad en torno a la que se establece que Cristo fue crucificado–. Lo hizo contando con la autorización que el Arzobispado de Madrid le había concedido el año anterior a petición de Juan Miguel Villar Mir, presidente y fundador del Grupo Villar Mir.
El documento, firmado por Rouco Varela en noviembre de 2009, rezaba lo siguiente: «[…] visto que se trata de una dependencia dignamente instalada, concedo el derecho a oratorio con reserva de la santísima eucaristía en provecho espiritual de todo el personal que forma parte del Grupo Villar Mir. […] Dicho lugar deberá quedar libre de cualquier uso doméstico».
El mobiliario de este espacio se reduce a algunos bancos –con capacidad para 25 personas sentadas–, un par de reclinatorios, una estantería, el altar, el sagrario, una talla de la virgen y un Cristo crucificado frente a la cristalera frontal, de espaldas al Madrid desde el que entra la luz en la sala.
El acceso al santuario y a las ceremonias religiosas es exclusivo para los usuarios y trabajadores de la propia Torre Emperador Castellana –»los inquilinos», como se refieren a ellos–. La ubicación de embajadas en el edificio, explican fuentes de la Torre, implican medidas de seguridad por las que «no se puede dejar entrar a cualquiera ni de cualquier forma». Las misas, por otro lado, se celebran tres días a la semana a las 8 de la mañana.
Eduardo Corral, director de Torre Emperador Castellana, cuenta que son muchos quienes se acercan hasta este pequeño lugar sagrado: «Antes todos los días por la mañana había misa y todos los días había mucha gente. De hecho el video wall que hay al otro lado se utilizaba para cuando había demasiada: se ponía en marcha y a través de unas cámaras que apuntan a quien esté hablando por el micrófono se retransmite«, explica.
Más allá de la eucaristía no se celebran bodas u otras ceremonias religiosas, aunque sí se han dedicado misas en recuerdo de personas fallecidas a petición del personal de la Torre.
Una luz como «faro guía»
Ver esta publicación en Instagram
Uno de los aspectos que más llaman la atención de esta capilla es prácticamente invisible desde el interior –está situado tras el sagrario– pero imposible de ignorar desde el exterior: la luz verde que anuncia el santuario, casi como si se tratase de un faro. «Probamos y ensayamos con muchos tipos de luz, pero no tenían la intensidad suficiente. Al final se optó por unas baterías LED muy potentes. Querían que se viese desde el infinito«, narra Corral.
La luz es visible, también, desde algunas de las habitaciones del cercano Hospital de La Paz, y Manuel Sánchez señalaba en El País que desde que fue instalada muchos creyentes –desde pacientes del hospital hasta conductores que bajaban a Madrid–, le habían hablado de que se sentían acompañados o protegidos al verla.
Cuando visitamos la capilla Adriana Domech, Marketing Manager de Emperador Properties, recuerda una historia en particular: «Un señor contaba que su mujer murió y que todas las noches antes de acostarse veía esa luz desde su piso. Y no sabía por qué, pero le daba seguridad. Le recordaba a su mujer y le hacía tenerla muy presente«.
Élkar: el restaurante más alto de España
En esa misma planta 33, la capilla convive con otro espacio que también bate un récord: el restaurante Élkar, el más alto de España. Jugando con ese título, desde el restaurante se refieren a su propuesta como «gastronomía de altura». Y jugando con su nombre, Élkar –que en euskera significa «juntos»–, hace referencia a cómo trabajan los dos chefs vascos detrás de esta propuesta gastronómica: Sergio Zárate y Beñat Ormaetxea.
Aunque la planta 33 del edificio ya contaba con un restaurante antes incluso de tener capilla, fue en noviembre de 2021 cuando Élkar se instaló en la Torre. Y además de la atención a la oferta gastronómica, también tienen en cuenta el espacio.
Está formado por un comedor principal en el que, aunque no se esté al lado de la cristalera, se pueden apreciar las vistas: las mesas centrales se sitúan sobre una plataforma que las eleva, de forma que todos los comensales puedan ver Madrid a más de 100 metros de altura.
El otro espacio, una mesa alargada a modo de barra, se localiza antes de la entrada al comedor, frente a unos grandes ventanales. Ruiz de Oliveira, que lleva apenas unas semanas al frente de la dirección del restaurante, explica que hay gente que viene para ver el atardecer: en el caso de Élkar sí se puede acceder sin ser inquilino de la Torre, ya que está abierto al público general.
«Se ve toda la ciudad de Madrid y sobre todo en verano el atardecer es espectacular, porque el sol se pone justo delante de nosotros», explica. «Jugamos con la cortina para que la luz no moleste en los ojos a los comensales y la vamos levantando poquito a poco, como una obra de teatro cuando se levanta el telón y comienza el show«.