La M-30 es una seña distintiva de Madrid tanto como lo son la Puerta de Alcalá y la Fuente de Cibeles. Su fama, sin embargo, no se ha labrado por méritos estéticos, precisamente (ejem, la capital es una de las ciudades con más atascos de España).
La conducción a trompicones y a todas horas no favorece que la boina de polución de Madrid se diluya, de ahí que las carreteras de Madrid pronto estarán flanqueadas por 34.162 árboles. Está previsto que en siete meses veamos pinos, encinas y enebros en los márgenes de la M-30, la M-40 y la M-50, una repoblación vegetal que dotará al asfalto madrileño de un paisaje más parecido al de Asturias o Euskadi.
La misión de estos 34.000 árboles será actuar como pantalla contra la contaminación y el ruido que provocan los vehículos que por aquí transitan. Se pondrá a diferentes especies vegetales a absorber el CO2 expulsado en las carreteras, y cubrirán una superficie de 102,22 hectáreas, es decir, un espacio casi tan grande como el Parque del Retiro. No son como estos árboles artificiales súper potentes, pero estamos seguros de que cumplirán muy bien con su tarea.
La reforestación de los descampados de Valverde, Mirasierra, El Goloso, Valdefuentes, Montecarmelo, Las Tablas y Sanchinarro ante los que discurren nuestras autopistas está relacionada con la promesa de plantar 100.000 árboles en Madrid. Esperemos que en estos meses se registren muchos nacimientos, porque el Ayuntamiento ha recuperado la tradición de plantar un árbol por cada bebé que venga al mundo en Madrid.
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