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Nuestros lectores siguen enviándonos sus cartas dedicadas a Madrid y hoy publicamos la de Cristina Blanco Montes, que narra su abrupta despedida de la ciudad como una ruptura sentimental. ¡Nosotros también queremos volver contigo, Madrid!
Carta a una despedida
En mi primera ruptura me aferré tan fuerte a una frase como los recuerdos al olvido : “No eres la primera, ni la única, ni la última”. Me autoconvencía escuchando canciones de amor, y pensaba “ves, están pasando por lo mismo. Si ellos lo han superado, tú también” . Me pasé meses recordándome a mi misma que nadie se ha muerto por un corazón roto.
Hubo siguientes veces, en algunas sentimos, y en otras no padecimos.
Pero en esta última ha habido algo diferente. Me dejaste sin tan si quiera darme la oportunidad de despedirme. Ni de recoger mis cosas. De la noche a la mañana, amanecí en otra cama.
Y yo me quedé aquí, echando de menos tus despertares de alondra, que me enamoraron y enseñaron a escabullirme de entre las sábanas antes del amanecer.
Y tus prisas de lunes por la mañana. O de cualquier puto día de la semana. Tu insomnio y tus pocas ganas de dormir.
Resulta que ya no me pierdo en el fondo de tus tazas de café recién hecho a las horas más inesperadas.
Ni deambulo por cada uno de tus rincones llenos de secretos.
Resulta que quieres que eche de menos las cervezas latineras de aquellos domingos en los que fuimos capaces de no postergar la farra de la noche anterior.
Y que ya no hay exposiciones de arte para camuflarme entre obras de autores desconocidos por el mundo, y ahora conocidos por nosotros.
Ni cenas improvisadas en el bajo de algún chino cutre de Plaza de España.
Resulta que se acabaron los conciertos en los locales más recónditos de la ciudad, y también en aquellos donde no cabían ya nada más que nuestros gritos.
Que ya no me pinto los labios de rojo para impresionarte un miércoles cualquiera que acabó siendo de todo menos cualquiera.
Sin miradas furtivas en un vagón de metro repleto de gente que también busca con quién mirarse para pasar el viaje, y quién sabe, quizás también su vida.
Resulta que ya no hablamos de cómo las luces de neón nos deslumbraron y condujeron a un sinfín de malas decisiones un viernes por la noche, exculpando al Jagger de todo.
Y sin calle La Palma, y latas calientes, ni calle Limón y ginebra en vena.
Que ya no vemos a los gatos colgados de Pereza, ni a los pájaros de Sabina en el psiquiatra.
Que de la manera más inesperada, dejamos de coleccionar recuerdos y cerraste bajo llave el mejor capítulo de mi vida.
Resulta que ya no escucho tus voces al caminar por la calle. Ni tus risas, ni tus suspiros, ni tampoco tus susurros.
Resulta que ya no camino por la calle.
Me han dicho que lloras por las noches, ahora que por fin tienes tiempo para dormir. Y que te secas las lágrimas con un suave parpadeo de ojos, porque ya no tienes manos que llevarte a la cara.
Me han dicho que quieres volver.
Yo también quiero volver contigo, Madrid.
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Foto de portada: Shutterstock