
En la plaza de Cascorro, en pleno Rastro, hay un sitio donde podría entrar una persona recién llegada desde 1960 (por ejemplo) y posiblemente solo se sorprendería por las prendas de ropa de la gente y por no poder pagar en pesetas. Se llama Casa Amadeo —también conocida como Los Caracoles— y no es, como advierte su fundador, un bar. «Yo no soy camarero, soy tabernero», decía Amadeo Lázaro (Burgos, 1929) a Traveler, con la claridad de quien ha visto pasar más de medio siglo de clientela, cucharones y aguardiente.
La historia empieza en Cascorro. El local no tenía cocina. Solo vino, cerveza (que entonces no era muy popular), vermut, copas. Años después llegarían su madre —al mando de los fogones— y una hermana, y entonces sí: el aroma del guiso tomó el espacio.
Amadeo y sus 96 años
Hoy, a sus 96 años —celebrados públicamente hace poco más de un mes en el Instagram oficial de la taberna— Amadeo sigue apareciendo por el local. Es un espectáculo en sí mismo, y su taberna, otro. No es grande, y los domingos hay que abrirse paso entre multitudes de parroquianos, turistas y fieles del tapeo madrileño.
El plato estrella, claro, son los caracoles. Una tonelada al mes, entre domingos y días normales, según recogía El Mundo. La media ración cuesta 8,5€, la entera 13,5€, y lo que llega a la mesa es una cazuela de barro rebosante de caracoles hermosos, bañados en una salsa espesa a base de chorizo de Cantimpalos, codillo, manitas y un gustoso punto picante. El moje es sagrado. Se cocina durante cinco horas y se nota.
Los Caracoles no son solo caracoles
Pero no solo de caracoles vive Casa Amadeo. También hay oreja adobada, zarajos fritos o en salsa, cangrejos de río, callos, torreznos, rabos de toro, bacalao rebozado, mejillones, postres caseros.
Tabernas en Madrid hay muchas, pero pocas que conserven tanto. Las reseñas de Google lo dicen a su manera: “No te vayas de Madrid sin venir aquí”. Lo que no dicen es que si tienes suerte, Amadeo puede estar en la puerta y en el interior, saludando como quien lleva toda una vida siendo parte del paisaje. Porque lo es.