
La escena es esta: un vagón de metro reconvertido en local, luces tenues y olor a carne ahumada. Parece cualquier cosa, pero estás en Mómö (calle de Hartzenbusch, 9). Y lo que tienes entre manos (literalmente) es un kebab que se vende como not kebab, sabe a pastrami y podría figurar –de hecho figura– en un menú de degustación de estrella Michelin. A 22 euros la unidad, no es un bocado rápido. Es una declaración de intenciones.
El lujo se come con las manos. Así lo anuncia Mómö en su Instagram, donde el vídeo del montaje del nuevo bocado hace que te salten las glándulas salivales. Porque esto no es street food. O sí, pero con otra ambición.
Qué lleva el no kebab de Cañitas Maite y Mómö
El protagonista de esta colaboración es el kebab de pastrami de oveja machorra. La carne, que normalmente sólo se puede probar dentro del menú degustación de Oba, ha sido trabajada como si de un brisket de culto se tratase: tres días en salmuera, ocho horas de humo, cuatro de vapor.
Lechuga romana, brotes de rúcula, pepino fresco y encurtido, lima, cebollino. Todo coronado con una mayozata —una mayonesa de mostaza y lima— que lo empasta todo con descaro. El pan, tierno y cálido, no se limita a envolver: abraza.
Quiénes son los chicos de Cañitas Maite
Detrás de esta colaboración están los chicos de Cañitas Maite, una de las parejas más interesantes de la cocina nacional. Javi Sanz y Juan Sauquillo comenzaron en Albacete, donde convirtieron su restaurante en lugar de peregrinaje gastronómico. Hoy dirigen Oba, templo de cocina radical y emocional, y Cebo, su versión madrileña más contenida pero igual de potente. Su cocina, como esta colaboración, va del monte al plato sin pasar por la casilla del adorno.
La fórmula de Mómö hasta ahora consistía en colaboraciones efímeras: cien unidades y a otra cosa. De ello dan cuenta las colaboraciones con Roberto Martínez (Tripea y Triperito), Ugo Chan o Don Lay. Este 2025 han decidido cambiar el juego. Este “no kebab” estará disponible durante cuatro semanas y sólo en el local. Nada de delivery, nada de take away. Si lo quieres, te acercas. Lo pruebas. Y lo cuentas. Porque sí, huele a kebab y se come como un kebab. Pero no es un kebab.