Como en Madrid el «antes todo esto era campo» viene poco al caso pero no por ello las ganas de quejarse del personal remiten, aquí es más recurrente tirar del «aquí antes había un…». Porque nuestro cerebro sigue empeñado en engañarnos, tratando de convencernos de que cualquier tiempo pasado siempre fue mejor.
Así que aquí van algunas perlitas para alimentar ese espíritu nostálgico con sitios de Madrid que ya no son lo que fueron hace mucho tiempo. Prepara los clínex.
Tienda de discos Madrid Rock
Cualquier melómano madrileño conocerá de sobra la sede que la franquicia de tiendas de discos Madrid Rock tenía en el número 25 de la Gran Vía. Hace ya casi veinte años que cerraron arguyendo pérdidas económicas causadas por la piratería devenida del auge de internet. Seguro que las había y seguro que los 20 millones de euros que Inditex pagó por el local ayudaron a sanarlas.
Los hermanos Alcázar, más conocidos como «Los heavies de Gran Vía», tomaron de alguna manera el relevo icónico de la tienda, convirtiéndose en un elemento más de la estampa castiza de la ciudad. Estos gemelos, asiduos al local, siguieron allí apoyados en la barandilla de enfrente más de una década después del cierre de la tienda. Lo que empezó como una protesta se convirtió en un hábito, y el hábito, en norma.
Gran Vía y sus aledaños son como cualquier otro barrio, «aunque lo han convertido en un centro comercial», se quejaban los Alcázar en declaraciones al diario El Mundo hace algún tiempo. Y aunque hoy puedas tener música casi infinita en Spotify por menos de lo que te cuesta un disco al mes, aquello tenía el encanto del ritual.
Taberna La Pepita
Cada cual tuvo su bar mítico de posadolescente (y también los ya no tan posadolescentes) donde beber y comer sin que tu bolsillo rechistase demasiado. El bar La Pepita cumplió ese papel para varias generaciones de madrileños.
Ubicado en el corazón de Malasaña, nadie hoy hubiera destacado en Tripadvisor «lo agradable del trato» o «el ambiente acogedor». Allí se iba a comer raciones de bravas y croquetas por dos euros y minis de cerveza y kalimotxo por no mucho más rodeado de pósters de Indurain en bicicleta.
Tampoco tenían mucho gasto. El personal casi siempre era Carmen -la camarera- y su marido, y la renta del local era de 39 euros al mes. Muy mal se tenía que dar la cosa para que no fuese un negocio redondo. La Pepita cerró el 26 de julio de 2008 tras un año de litigios con el Ayuntamiento, propietario del inmueble, y polémicas especulativas.
Cines Luna
Situado en la emblemática plaza de María Soledad Torres Acosta, el edificio construido por el productor Emiliano Piedra en los años 80 se pasó mucho tiempo abandonado antes de que se le diera nuevo uso. Este templo del cine, como otros tantos, sucumbió a los tiempos modernos.
Recordamos que una lona publicitaria se encargó de anunciar el fin definitivo para quienes aún albergábamos alguna esperanza de que los cines volvieran a abrirse. «Más de 1.400 metros dedicados a zonas deportivas. Oferta de lanzamiento: 19.90 euros al mes para los primeros 500 socios».
Un poco después un teatro restaurante y una zona comercial se unirían al gimnasio y la terraza con piscina de la última planta.
Mercado de Fuencarral
Hace ya algunos años que el Mercado de Fuencarral se convirtió en un Decathlon. El centro comercial abrió en 1998 para convertirse en la cuna de lo alternativo en la frontera entre Chueca y Malasaña cuando esta zona aún era considerada la oveja negra del centro, marcada por la drogodependencia y la prostitución.
El centro comercial cerró en 2015 y estuvo en desuso hasta que el fondo de inversión ASG vendió en 2017 el local del número 45 de la calle Fuencarral a la multinacional francesa AEW por alrededor de 50 millones de euros.