Hay pocos ámbitos sociales o aficiones independientes de la edad: la lectura, la pintura y las películas de Pixar son posiblemente los más significativos. Espositivo –un taller de pintura y galería expositiva– da cuenta de ello: aquí se reúnen diletantes de la pintura que tienen 8 o 64 años. En palabras de Desi Civera, gestora del espacio: “Lo guay es el ambiente que se crea aquí, que hay desde adolescentes hasta personas de 60 años y se llevan súper bien”.
El éxito de los cursos es notable y el poder de convocatoria más que evidente: “es un curso que se llena en septiembre y hay lista de espera todo el año”, dice en referencia al taller infantil.
¿El motivo del éxito? Es difícil entenderlo, pero Civera, que es valenciana y estudió Bellas Artes, dice que “hay gente que viene de academias y dice que no le gusta porque son más clásicas y vienen de pintar bodegones… a nosotros nos gusta adaptarnos a lo que le interesa a la otra persona”.
Nuevas formas de ocio en Espositivo Academia
La relación entre auge tecnológico y afinidad a las actividades que requieren de destrezas manuales parece ser inversamente proporcional. En los últimos años han aflorado los talleres de revelado analógico, alfares en los que hacer piezas de cerámica, sitios como la Fábrica de Texturas o, por supuesto, la Academia Espositivo.
La teoría del éxito, dice Civera, depende de la ubicación y de los ritmos vitales: “Yo soy de Valencia y no sé si este fenómeno es cosa de los últimos años o de Madrid. Quizás es por el ritmo que llevamos, porque necesitamos un momento de descanso mental. En otras ciudades no hay tantas demandas”.
Una demanda, por cierto, que de alguna forma está mapeada: los martes y los miércoles hay niños; por las tardes suele ir gente que trabaja y quiere olvidarse, hacer algo distinto y aprender una nueva habilidad; por la mañana van estudiantes de arte que hacen cursos específicos de oleo, acuarela o taller de gran formato.
El antiguo espacio Espositivo
Lo que hoy es un taller de pintura, antes del confinamiento era una galería, una residencia de artistas o una escuela de pintura que nació en 2015. Nació como galería de arte urbano y lugar de acogida de eventos socioculturales. El local de Palafox –el que hoy se usa como taller– era un espacio expositivo. Antes estaban detrás de Gran Vía y ahí es donde Desi Civera tenía su estudio.
Las residencias, por otro lado, se han mantenido aunque bajo una forma que aúna el yoga y la pintura. Este año, Desi Civera ha organizado un campamento de “pintura, yoga y mar” en El Palmar (Cádiz).
“Tras la pandemia se quedó más como escuela: hacemos todos los días pintura, dibujo…” dice Civera, que añade que de esos años quedan los alumnos que le llevan acompañando desde el inicio: “hay gente que empieza de cero (que nunca ha cogido un pincel) y luego terminan exponiendo”.