Podemos pensar en el Jardín de Arzábal como en un diagrama de venn, estos esquemas representados por círculos en los que hay intersecciones. Digo, podemos pensar en el restaurante así y luego pensar en categorías. Por ejemplo: sitios con encanto, mejores terrazas de Madrid, cocina de mercado, restaurantes en ubicaciones privilegiadas. Y el punto de intersección entre todos estos círculos estará más que claro: el Jardín de Arzábal.
En las faldas del Museo Reina Sofía se levanta este restaurante que tiene un invernadero, carpas con puertas móviles, un jardín vertical, una zona de mesas altas al aire libre y un aire que a ratos es tropical y a ratos es mediterráneo. Y que es, en cualquier caso, multidisciplinar: aquí vale el plan de tapeo y de comida.
¿Qué se come en el Jardín de Arzábal?
El Jardín de Arzábal demuestra que las estridencias no son ni mucho menos necesarias para sonar en los círculos gastronómicos. La carta es sobria. El restaurante, de hecho, se define lacónicamente como “cocina de mercado y culto al producto”: una definición sencilla que encapsula perfectamente la identidad gastronómica del lugar.
Para verano mantuvieron los clásicos de su carta (como las croquetas de ibérico con leche de oveja) e incorporaron otras opciones veraniegas. Un ejemplo de esto último es el ssäm de torreznos con guacamole: un plato internacional (Corea, México y España) por el que casi solo merece la pena la visita al restaurante.
Algunos de los segundos son el lomo de corvina con salteado de verdura a la putanesca, las sardinas de temporada asadas o el solomillo de vaca a la parrilla y salsa bearnesa.
El Jardín de Arzábal tiene otro gran punto a favor: está en una ubicación en la que para encontrar algo similar hay que andar algún kilómetro. Es difícil identificar qué palabra es más atractiva en el nombre: si la confianza de que el grupo Arzábal esté detrás o si el hecho de que sea un jardín. Literalmente: un jardín.
Calle Santa Isabel, 52
Alrededor de 40 € por persona.
Más información en su web.