Si un extraterrestre pisara Madrid y quisiera ver el lugar más icónico de la ciudad, lo más probable –tras un duro consenso– es que el lugar escogido fuese el entorno de la Cibeles: desde ahí se ve toda una zona que es Patrimonio Mundial de la UNESCO, la gran obra maestra de Antonio Palacios (el Palacio de Cibeles), el inicio de la calle más importante de la ciudad (Gran Vía) y una obra proyectada por el arquitecto más laureado de Madrid: Ventura Rodríguez. Esta última, claro, es la Cibeles.
Por eso el razonamiento que le sigue a esta idea es de una lógica aplastante. Si hubiera que hermanarse con una ciudad y regalar la réplica de un monumento para sellar ese hermanamiento, lo más lógico es que ese monumento fuese la fuente de la Cibeles.
Así pensaron nuestros políticos de hace 40 años, cuando Enrique Tierno Galván, entonces alcalde de Madrid, inauguró en Ciudad de México la réplica exacta de la Cibeles madrileña. Una réplica que está en la colonia Roma y alrededor de la que brota todo un entorno de ocio: la zona de la Cibeles mexicana es una de las más concurridas de CDMX. Se encuentra, no en vano, en la plaza de la Villa de Madrid (aunque poca gente la conoce con este nombre) en el cruce entre las calles Oaxaca, Durango, Medellín y el Oro.
La réplica fue remodelada en 2011 y en esta remodelación se modificó todo el entorno: se saneó el arbolado y se mejoró el tránsito de peatones, ciclistas y vehículos. Un año antes, por cierto, la selección española de fútbol había ganado el Mundial y un puñado de españoles que se encontraba en México decidieron celebrarlo –dónde si no– en la Cibeles mexicana.