Hay una leyenda urbana que dice que cada persona tiene, al menos, otra idéntica (o muy parecida) a ella en algún lugar del mundo. El fotógrafo François Brunelle ha trabajado sobre esta idea desde 1999 con su proyecto I’m not a look-alike!, con el objetivo de retratar a 200 personas que, a pesar de no estar unidas por ningún lazo, se parecen casi como si fuesen gemelas.
¿Y si algo similar pudiera ocurrir también con los lugares? Ese es precisamente el caso de las ciudades de Madrid y Santiago de Chile. A pesar de que les separan cerca de 11.000 kilómetros, en esta última capital hay un lugar al que podríamos referirnos como «la Gran Vía peatonal» chilena: el Paseo Bandera.
Como una ‘Gran Vía’ chilena
«Me ha parecido totalmente el inicio de la Gran Vía, pero está en Santiago de Chile«. Esa es la impresión que genera en quienes tenemos la Gran Vía de Madrid muy presente en la retina ver por primera vez el Paseo Bandera, una de las vías más importantes de la capital del país.
El parecido del paseo chileno con la confluencia de Gran Vía y la calle Alcalá, donde se encuentra el Edificio Metrópolis, salta a la vista. Solo en una segunda observación, más minuciosa, se empieza a reparar en detalles que revelan que no se trata de una de las arterias más emblemáticas de Madrid: detalles como que ni el edificio está coronado por una victoria alada o que el asfalto se ha teñido de color.
Esa, la de ‘colorear’ la calzada, fue solo una de las intervenciones que transformaron lo que hasta 2017 era una calle en un paseo peatonal. Ocurría después de que la (todavía) calle Bandera –nombre que, por cierto, también designa un grupo de música–, hubiese permanecido cerrada desde junio de 2013 con motivo de la construcción de la Línea 3 de Metro.
Un proyecto único en América Latina
En el momento de su cierre, la calle Bandera contaba con «dos tramos para vehículos particulares, quedando destinado a estacionamientos, carga – descarga y una pista de circulación, desplazando a los peatones a espacios reducidos en pleno centro de Santiago«, tal y como recoge el Centro Iberoamericano de Desarrollo Urbano (CIDEU).
En su reapertura en diciembre de 2017 –resultado de una alianza público-privada entre la municipalidad de Santiago con Banco Santander y Carlsberg–, el panorama era bien distinto: se habían recuperado tres cuadras –esto es, el «espacio comprendido entre las dos esquinas de un lado de una manzana», según la definición del DRAE– para uso exclusivo del peatón.
El alcalde de Santiago de 2016 a 2021, Felipe Alessandri, lo argumentaba en estos términos: “Estamos interviniendo ciertos sectores de la ciudad para devolvérselos al peatón, haciendo de Santiago una ciudad más amable con las personas«. Un proyecto «totalmente innovador y único en el país y en América Latina», según sus creadores: el Estudio Victoria, dirigido por el arquitecto Juan Carlos López y el artista Dasic Fernández.
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Fernández lo describía de la siguiente manera: “Este paseo es un proyecto urbano único en Latinoamérica, que fusionará de manera profunda el arte, la arquitectura y la tecnología en busca de entregar espacios de calidad para el ciudadano y que este pueda construir experiencias memorables en esta calle”. Un objetivo que, atendiendo a las fotografías publicadas por los propios usuarios con los hashtags #callebandera y #paseobandera, parece que se ha cumplido.
Desde el estudio tenían claro que era fundamental «devolverle la calle a las personas y ciclistas» transformando Bandera «en un punto de encuentro ciudadano, de recreación, contemplación y descanso al aire libre único en la ciudad». Según las cifras de la municipalidad de Santiago, dio resultado: desde su inauguración en diciembre de 2017, el tránsito peatonal se incrementó un 325%, pasando de 27.000 a 88.000 personas al día.
En un principio la peatonalización solo iba a durar hasta el 31 de agosto de 2018, pero finalmente se decidió mantenerlo así de forma permanente. En palabras de Dasic Fernández en una entrevista con Arch Daily, lo mejor es que «este paseo tiene la particularidad de que no es un proyecto terminado: lo vemos como un proyecto súper orgánico», vivo, y por tanto, en constante transformación.
Un auténtico «laboratorio urbano»
La transformación de Bandera de calle a paseo se entiende desde lo que se denomina urbanismo táctico, que se basa «en actuaciones provisionales y reversibles, asequibles y ágiles, como franjas de colores, mobiliario urbano, jardineras que se pueden mover o juegos pintados en el suelo«, recoge el Ajuntament de Barcelona, una de las ciudades españolas en las que se está apostando por este tipo de intervenciones en el espacio público.
Una de las actuaciones más llamativas es la de la pintura del espacio, que divide el Paseo en tres tramos inspirados en diferentes temáticas: la historia prehispánica de Chile, la diversidad actual del país «gatillada por la inmigración y los cambios culturales» y el futuro.
Desde su inauguración se ha ido ampliando hasta convertirse en la pintura mural de suelo más grande de Latinoamérica, con más de 10 mil metros cuadrados, a los que en 2021 se le añadieron murales para «homenajear el proceso de despertar y de sanación que estamos viviendo, tanto en lo social como en lo sanitario», y también al artista Nemesio Antúnez, con tramas geométricas que dan lugar a elementos como la Cordillera de Los Andes o el mar.
Sin embargo, la intervención va mucho más allá de la pintura, y en ese sentido Paseo Bandera no solo puede considerarse un ejemplo de urbanismo táctico, sino más bien un «laboratorio urbano» que busca, según la municipalidad de la ciudad, «entregarle a las personas una ciudad a escala humana».
Esto se traduce en que a lo largo de su extensión se han instalado jardineras, aparcamientos para bicicletas, una estructura artística de 9 metros de altura que funciona con energía solar y se ilumina de noche, mobiliario urbano como mesas y gradas o espacios para acoger exposiciones y módulos de descanso.
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Por otro lado, en 2018 se instalaron cuatro tótems operativos las 24h a través de los que los peatones pueden acceder a información relevante sobre «direcciones municipales, actividades en la comuna, puntos de interés turístico y cómo llegar desde el Paseo Bandera y opciones de transporte hacia distintos puntos de la ciudad». Asimismo, al disponer de cámara frontal, pueden hacerse fotos con el Paseo de fondo que luego se pueden enviar por correo o descargar mediante un código QR.
Algunos ejemplos de urbanismo táctico en España
Como decíamos, Barcelona es una de las ciudades españolas en las que se han llevado a cabo actuaciones de urbanismo táctico para «devolverle» la ciudad a las personas, algo que se refleja en proyectos como el de las supermanzanas, con efectos positivos en aspectos como la convivencia o la salud. Una de ellas, la del Poblenou, quedó entre los diez primeros puestos del Premio Europeo del Espacio Público Urbano 2018.
No es la única, puesto que Valencia también anunció el año pasado que el barrio de La Petxina tendrá su propia supermanzana. En Madrid, en febrero de 2021 el Ayuntamiento recurrió a pintura azul para el «ensayo» de la peatonalización de 48 calles en los 21 distritos y en ocasiones puntuales como la Semana de la Movilidad se han peatonalizado paseos como el del Prado o Recoletos o se han instalado jardines efímeros.
Todas estas intervenciones no solo inciden en aspectos como la sostenibilidad, la salud o la percepción del espacio público, sino también en otros como la seguridad.
Un estudio compartido hace unos días en Twitter por la cuenta Mobility Behaviour de David Lois, en el que se analizan 17 intervenciones de urbanismo táctico a lo largo de dos años en EE.UU., señalaba que el atropello a peatones y ciclistas por parte de vehículos a motor se había reducido en un 50% tras haber realizado actuaciones de urbanismo táctico. En el caso de Madrid, los atropellos causan la mitad de los accidentes mortales en la capital.