
Aunque los paisajes de la sierra de Madrid poco se asemejan a los que vemos en las estampas de Hokusai, existe aquí una localidad de 93 habitantes hermanada con Osaka, la tercera ciudad más poblada de Japón. El lazo que une a dos puntos del mapa tan diferentes entre sí es un artista: Federico Eguía.
Eguía nació en Puebla de la Sierra, una de las localidades madrileñas más alejadas de la capital, y con menor densidad de población (1,44 personas por metro cuadrado). El polifacético artista ha llevado sus pinturas y esculturas a exposiciones de América, Asia y Europa hasta convertirse en un importante embajador cultural.
Después de llevar su trabajo a 50 ciudades del mundo, decidió volver a su pueblo para materializar una ilusión: crear un parque escultórico donde vecinos y visitantes de la zona pudieran disfrutar de arte contemporáneo entre montañas y bosques. Así, una idea romántica que vivía desde hace años en su cabeza se convirtió en el Valle de los Sueños: un recorrido de 1,3 kilómetros con más de 100 obras de arte elaboradas entre 63 artistas franceses, brasileños, españoles y de otras nacionalidades.
Las obras más célebres de esta curiosa ruta en mitad de la naturaleza son el Minotauro (2008), del escultor Jorge Egea, y la Silla gigante de Meira (2010), creada por Xulio Lago y Roberto Brañas.
El Valle incluye un museo en el que brilla la pintura japonesa. El espacio es fruto del vínculo cultural entre Puebla y Osaka, que surgió gracias a la colaboración de Reijinsha —una reconocida asociación artística de Japón— con el proyecto de Eguía.
Tan aislada como mágica: así es Puebla de la Sierra
Puebla de la Sierra es uno de los municipios más especiales de la Sierra del Rincón, un entorno ideal para descubrir en primavera. Aquí, robles, pinos y jaras dan vida a un paisaje en el que destaca la arquitectura tradicional y esa maravillosa tranquilidad que no cabe en la capital.
Puebla, rodeada por cerros que forman una silueta femenina (por eso la localidad se llamó Puebla de la Mujer Muerta durante siglos. El nombre se cambió por razones obvias), es el punto de partida ideal para una ruta de senderismo hasta la Peña de la Cabra, una de las atalayas más espectaculares de la región.