Pocos barrios madrileños destilan tanta vida como Lavapiés. Ni tanto arte. Sus calles conforman un laberíntico museo con obras a cada paso. Grafitis, poesía urbana e ilustraciones llenan sus rincones y esquinas dándole ese toque de color que tanto le caracteriza.
Uno de los responsables de que Lavapiés sea el epicentro del arte efímero en Madrid es el artista canario Sergius Fitz, que llegó a la capital en 2018 y poco a poco ha ido llenando sus calles con sus obras. «Llevo dibujando desde pequeñito y, como ves, no he mejorado mucho», dice a Madrid Secreto entre risas. «Fue justamente después de la pandemia cuando decidí enseñar mi trabajo de manera más profesional y organizada».
Creó su cuenta de Instagram, @sergiusfitz.art, comenzó a compartir su arte con el mundo y, cuando la red social se le quedó pequeña, decidió convertir las calles de Lavapiés en su particular museo. Una iniciativa que le ha llevado a pegar más de una veintena de obras por el barrio y que sacan una sonrisa a todo aquel que las ve.
Ilustraciones repartidas por todo Lavapiés
«Siempre he creído que el arte debe vivir para la gente, ser una obra útil para la sociedad. Cuando coloco mis carteles por la calle deseo que sirvan de inspiración para quienes los encuentren», nos dice. «Me gustaría que quien viese mi obra fuese feliz al verla, que le traiga algún recuerdo o simplemente sacar una sonrisa».
Y lo cierto es que lo logra. Sus dibujos, inquietos, están donde menos te los esperas y, cuando te topas con uno y te detienes a echarle un ojo, tu día se vuelve un poquito más amable, más humano, menos raro.
La cara más infantil de la vida adulta
Con trazo infantil y descuidado, pero perfectamente medidas y pensadas, las ilustraciones de Sergius Fitz llenan las paredes de Lavapiés de filosofía disfrazada de inocencia.
En su obra, el error y la imperfección forman parte tan importante o más que el trazo bien ejecutado. «Un niño que dibuja lo que le gusta no se equivoca nunca», dice. «Creo que la respuesta de todo lo que somos como personas adultas viene determinada en gran medida por todo aquello que nos ocurre en la infancia, por eso trabajo bajo esa estética, porque siento que es la manera más directa de establecer un diálogo con nuestros niños internos».
En todos sus dibujos –o en la mayoría– se leen pequeñas frases que ayudan tanto como el trasnochado consejo de una desconocida en el baño de una discoteca: son un chute de energía y una buena dosis de realidad.
Sus frases, que bien podrían ser mantras que repetirse a uno mismo cada mañana antes de salir de casa, presentan intencionadas faltas de ortografía y una caligrafía que necesita unas buenas horas de cuadernillos Rubio. De nuevo, una forma de acercarnos a nuestra infancia y obligarnos, de una vez por todas, a abrazar la realidad.
El callejero de Madrid según Sergius Fitz
Además de con sus ilustraciones, Sergius Fitz también se divierte –y nos divierte– renombrando algunas de las calles de Madrid. «Suelo escoger lugares que me gustan y que suelo frecuentar y les busco nombre según alguna peculiaridad relacionada con esos sitios», explica.
Por ejemplo, a la calle Conde de Romanones, muy cerca de la plaza de Tirso De Molina, decidió bautizarla como calle Harry Potter y colocar un cartel que hacía oficial el cambio justo en la esquina de una librería de segunda mano. «Cuando lo puse pensé que el dueño de la librería tal vez se enfadaría, pero resulta que le encantó y que algunos clientes le sacan fotos antes de entrar».
Este original cartel se mantiene en su sitio desde marzo de 2022 y saluda a todo aquel que entra al establecimiento en busca de un libro ¡un año y medio después!
¿Dónde podemos encontrar a Sergius Fitz?
La obra de Sergius Fitz no solo puede encontrarse por las calles de Madrid, también puede verse en su cuenta de Instagram, donde se autodefine como mal pintor y mal diseñador –bad painter and bad designer– dejando claro que lo que verdaderamente es un poco mentiroso.
El artista canario nos ha adelantado que «se vienen cositas»: pronto vamos a poder encontrar algunas de sus obras en la Galería Beatriz Pereira «y el año que viene, habrá expos, muchas cositas guais y algunas hybridas (guiño guiño)».
Proyectos que seguirán manteniendo esa esencia tan infantil y honesta que tanto le caracteriza. Si los niños y los borrachos siempre dicen la verdad, la obra de lo que parece un niño no puede ser más honesta. Y la honestidad, en estos tiempos, se agradece.