La relación entre censura y publicación, entre lo que se oculta y lo que se ve, tiene un eco metafórico evidente en los estratos de la tierra. Lo subterráneo es, por necesidad y casi definición, donde ocurre lo que no se ve. Lo atestiguan algunas teorías conspiranoicas y, por ejemplo, lo narra increíblemente bien el novelista Gustavo Faverón en su gran novela Vivir Abajo.
Tal reflexión nace a raíz de que la Biblioteca Nacional de España haya inaugurado un nuevo espacio expositivo en su planta -1. La exposición, que se llama El infierno y las Maravillas, da a conocer tesoros de la biblioteca y se ubica, como no podía ser de otra forma, en el lugar en el que las instituciones ocultaban sus libros.
El director cultural de la BNE, Javier Ortega, dijo en la presentación del proyecto: «No es tanto una exposición de la historia del libro o de la escritura, como de la historia del conocimiento y de los diferentes entierros por los que han pasado los libros, la cultura…”
Y algunos de los ejemplos de esos entierros abarcan las pinturas rupestres y la normalización del archivo de datos en la Nube. Y abarca, además, autores y autoras tan diferentes entre sí como Sor Juana Inés de la Cruz, Marshall McLuhan, Carl Sagan, Emilia Pardo Bazán, Joan Brossa, María Zambrano o Italo Calvino.
El nuevo espacio se ha dividido en cuatro salas, a través de las cuales se recorre la historia del conocimiento y de las creaciones humanas:
- Creación, lectura: conocimiento.
- Los infiernos tan humanos.
- El libro de las maravillas (con la subsección de Cartografías maravillosas y El libro expandido).
- Las máquinas de la memoria y el futuro.
La exposición se inauguró el lunes y con su nombre (El infierno y las Maravillas) remite a los rincones –que van desde las habitaciones hasta los armarios– en los que las bibliotecas ocultaban las obras. Y al mismo tiempo habla de la calidad de esas obras que se hubieran perdido si no fuera por la fe de quienes, en un acto de rebeldía, consideraron que esas obras tenían que preservarse.