Es posible que, en Madrid, el equivalente figurado de la primera línea de playa sean las arterias que rodean El Retiro. Sobre las calles Alfonso XII, Alcalá o Menéndez Pelayo se concentran las viviendas más exclusivas de la ciudad. Una de ellas fue también en el momento de su edificación el edificio residencial más alto de la ciudad.
La Torre de Valencia, que así se llama, que bien puede servir como estrella polar para quienes se pierdan en El Retiro y que fue construida por Javier Carvajal –uno de los arquitectos españoles mejor valorados–, es un icono de Madrid. Y en su altura está también el punto de partida que nos permite empezar a hablar de la polémica que esconden sus 94 metros de altura.
En la primavera de 1971 se paralizaron las obras y cuando los madrileños se fueron de vacaciones, con estacionalidad y alevosía, se retomaron las obras. La historia tiene más complicación, claro. Antes el Ministerio de Vivienda había frenado su construcción. El impacto visual en la vista de la Puerta de Alcalá llegando de la Cibeles era uno de los motivos.
Entretanto, el diario ABC trazó una campaña de acoso y derribo –¡6 páginas dedicadas a la polémica del momento! – que bien recoge Carlos Prieto en este artículo de El Confidencial. El problema finalmente se solventó entre bambalinas y la construcción del edificio siguió hacia adelante.
La altura
Con 94 metros de altura y 27 plantas, la Torre de Valencia es ahora el decimoquinto edificio más alto de Madrid. No en vano, cualquier mención a la historia de Torre de Valencia suele acompañarse de una pregunta: ¿cómo se pudo construir un edificio tan alto en una zona como esta? Con un par de cabriolas burocráticas. La edificabilidad era limitada, sí, pero como recoge Prieto en su artículo: “Si pasas por ahí, veras que hay un pasaje peatonal con un jardincillo separado del edificio; pues bien: se inventaron que era una calle peatonal privada para asignar la edificabilidad de una manzana”. Una manzana, dice Prieto, que se consideraba independiente.
También habla al respecto la arquitecta María Concepción Pérez Gutiérrez en su tesis doctoral llamada Evolución del tipo estructural “torre” en España y dice que “La altura de la Torre de valencia es consecuencia de la política. El Ayuntamiento necesitaba dinero para desalojar al cuartel de bomberos que ocupaba la parcela. Para ello le concedieron a esta más edificabilidad de la usual en la zona. Se la vendieron a unos hermanos valencianos (de ahí el nombre del edificio) y construyeron la torre”.
La respuesta de Pérez Gutiérrez también resuelve el que podría ser el enigma del nombre. Nada más simple, nada más cierto: los constructores eran valencianos y quisieron homenaje su tierra.
El edificio
Javier Carvajal, recientemente vindicado por el equipo artístico del músico madrileño C. Tangana –a través de videoclips como el de ‘Comerte entera’ o de la sesión de Tiny Desk: ambos grabados en la casa de Carvajal–, se refirió en algunas de sus entrevistas a la Torre de Valencia. Y lo hizo de forma contundente: la obra predilecta de todas cuantas hizo.
Austero, con pocos adornos, geométrico, colosal y fundamentado por cemento, Torre de Valencia es uno de los epítomes del brutalismo español. Y es importante la palabra “español” en esta definición, dado que el uso del brutalismo en otros países Europa tiene una función muy otra. ¿El ejemplo? La comparación entre la vela de Scampia en Nápoles –y el perfil económico de quien lo habita– y Torres Blancas –y el perfil económico de quien puede habitarlo.
Consideraciones comparativas al margen, Torre de Valencia representa y maximiza las obsesiones y los gustos de Carvajal. El edificio está compuesto por cuatro torres independientes y contienen una vivienda por planta –salvo la parte que está más al Oeste, que tiene dos. Carvajal, que era un enamorado de la Alhambra, incorporó en el edificio un patio con dos fuentes y un olivo centenario.
Como corolario: Torre de Valencia recuerda a una reinterpretación de lo que quiso hacer Marilyn Manson al ponerse ese nombre: tomar lo más bonito y lo más terrible de Estados Unidos. En este caso, no falta el aplauso generalizado de la crítica arquitectónica especializada: Torre de Valencia es una de las construcciones más interesantes de Madrid (y de España) en todo el Siglo XX. ¿La horma de su zapato? Ya ha sido comentada: un tirabuzón legal, un descontento vecinal, una ruptura visual y la irónica certeza de que el mejor mirador de El Retiro que tiene la ciudad es un lugar privado.