El pasado 9 de mayo, en medio del fragor de las celebraciones por la festividad de San Isidro, el periodista británico William Chislett (@WilliamChislet3) publicó un tuit: «Vivo en Madrid y tengo 450 vinilos de música clásica heredados de mi padre, musicólogo en Oxford y en condición prístina. Busco un sitio donde puedo donarlos«.
En el propio mensaje, que al momento de escribir este artículo acumula más de 900 retuits y más de 1.000 «me gusta», daba una pista de que acudir a Twitter no había sido la primera –ni la única vía– por la que ha intentado dar salida a los cientos de vinilos: «He consultado algunos conservatorios de música y no tienen espacio«.
Según nos cuenta el periodista en una entrevista telefónica, la colección completa de su padre estaba formada por entre 3.000 y 5.000 vinilos. Antes de morir en 1984, donó una gran parte de ellos a la Facultad de Música de la Universidad de Oxford, pero le dejó seleccionar una parte de esos vinilos para conservarlos. Son los que ahora quiere donar.
«Tengo dos hijos. Que yo sepa a ninguno le interesa la música clásica, y tengo una cierta edad en la que estas cosas hay que pensarlas. Lo que no quiero es que cuando yo muera esos vinilos los tirasen o terminasen en la calle o qué sé yo. Además, creo firmemente en las donaciones públicas«.
Una colección de vinilos que podría acabar en Madrid
Que esos vinilos pasen a formar parte de la colección de alguna entidad pública es una de las condiciones que William establece para hacer la donación: «Así la gente tendrá más acceso«.
Otra condición («aunque no es completamente firme») es que la entidad a la que se donen pueda emitir el certificado regulado en el Art. 16 de la ley 49/2002 de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo, que le permitiría desgravarse el valor tasado de la colección.
Además, quiere donar la colección al completo, sin fraccionar. La única excepción que ha hecho ha sido con la Biblioteca Nacional de España (BNE), a la que ha donado unos 20 vinilos de música española de compositores como Falla y Albéniz, pero «ya no quiero fraccionarla más. O se acepta toda o nada«, señala.
Entre los vinilos –de los años 50, 60 y 70– hay música de compositores como Mozart, Beethoven, Dvořák, Elgar… Entre las instituciones públicas que han manifestado su interés por hacerse con la colección se encuentran la Universidad de Castilla-La Mancha, la Universidad de Valladolid, una fundación malagueña y la Biblioteca Musical Víctor Espinós del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, en Madrid.
A día de hoy, según cuenta a este medio, se encuentra en conversaciones con diferentes instituciones y por el momento «no hay nada decidido». «Siendo una herencia de mi padre me quiero asegurar de que acabe en un buen sitio, para respetar su memoria y que la gente pueda hacer uso de ella».
Otras donaciones de William a España
El germen de las donaciones de William se remonta a la que le hizo a la Biblioteca Nacional de España de algunos libros de Arturo Barea, a raíz de su exposición en el Instituto Cervantes sobre el autor en el año 2018: «Me escribieron un correo de agradecimiento por haberlo hecho en vida. Mucha gente, con buena intención, les manifiesta su deseo de hacer donaciones, pero si no dejan por escrito esa voluntad es una oportunidad perdida», explica al otro lado del teléfono.
«Eso me hizo pensar en que no podía dejar pasar más tiempo para donar los libros y los vinilos». Así, en los dos últimos años ha donado 500 primeras ediciones de novelas en inglés a la Universidad de Alcalá de Henares y 500 libros sobre España (en español y inglés) a la Universidad de Cantabria. Y solo es cuestión de tiempo saber cuál será el nuevo hogar para la colección de música que reunió su padre.