Como un combate, una competición de boxeo de pesos no pesados y un cuadrilátero con un nombre cortísimo en cada esquina. De un lado, la calle de la Fe y de otro lado, la calle del Té. La semana pasada hablábamos de la calle con el nombre más largo y ante el yermo páramo de temas que implica la canícula madrileña hoy te hablamos del competido lado opuesto: el de la calle más corta.
La del Té y la de la Fe, calles que obviamente tardas menos en pronunciar que en recorrer, es la historia (contada por nadie y con interés moderado) de un premio ex aequo otorgado en este mismo momento.
Como un caso contrario a cuando, cuenta el crítico literario Iñaki Uriarte en sus diarios, Jorge Luis Borges recibió el Premio Cervantes en 1979. Fue un premio compartido con el escritor santanderino Gerardo Diego. Y Borges, al recibir el premio, se preguntó si iba a venir Gerardo o si iba a venir Diego. O algo así.
¿Dónde está cada calle?
La calle de la Fe, que es paralela a Argumosa y está en pleno Lavapiés, es una calle que en estos días de verbena vive una afluencia superior a la habitual. De ella dicen los cronistas que aquí pudo haber una sinagoga y que estaba en extramuros.
Menos historia, pero más comedia tiene la calle del Té. En la zona de Aravaca, es una calle que de interesar a alguien le interesa a quien vive en ella: es una calle residencial sin negocios que parece más una calle británica.
La comedia (o relativa comedia) de su casa viene de que las calles aledañas son o bien especias o bien infusiones (manzanilla, tomillo y orégano). La calle del Té, por otro lado, está como escoltada por la calle Pasionaria y la de Rosa Luxemburgo. Si aquí hay una metáfora, un aprendizaje o una moraleja es difícil extraer cuál es.