A pesar de ser uno de los jardines más bonitos y curiosos de Madrid, el Parque El Capricho de la Alameda de Osuna es también uno de los más desconocidos. Construido a principios del siglo XIX, esta casa de campo perteneciente a los duques de Osuna es un auténtico enclave tanto histórico como natural de la Comunidad de Madrid, además de objeto de numerosas leyendas urbanas.
En sus doscientos años de historia, el parque ha sobrevivido una invasión francesa, una guerra civil, numerosos propietarios e incluso la especulación inmobiliaria. El jardín, como el resto de parques de Madrid, contiene templetes, fuentes, plazoletas, fauna y flora variada y el palacio de los duques, pero también muchos otros secretos. Entre ellos, un búnker de la Guerra Civil española y una vieja casita escondida donde la duquesa celebraba sus fiestas, comedias pastoriles y sesiones de espiritismo.
El Capricho de la duquesa de Benavente
Es difícil comprender un jardín sin conocer antes a su dueña. Dª María Josefa de la Soledad Alfonso Pimentel Téllez Girón, condesa-duquesa de Benavente y duquesa de Osuna, fue un curioso personaje de la convulsa y cambiante España de finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. La duquesa de Benavente (como la llamaremos de ahora en adelante, más que nada por economizar) destacó en la sociedad de la época por ser una mujer culta, inteligente y refinada, más interesada por los asuntos culturales, políticos y económicos que por los aspectos frívolos de la corte.
La duquesa fue una de las primeras mujeres en ingresar en la Real Sociedad Económica Matritense, así como la presidenta de la Junta de Damas de Honor y Mérito, la primera asociación filantrópica femenina de España. Además, fue una importante protectora y mecenas de escritores, toreros, científicos y artistas, entre los que destaca Goya. El pintor aragonés trabajó para la familia en numerosas ocasiones, tanto retratándolos como elaborando series de cuadros para decorar sus villas, como en el caso de los Asuntos de campo. En esta tarea de mecenazgo rivalizaba con la duquesa de Alba (la Maja Vestida de Goya), hasta el punto que se dice que el Madrid de la época se dividía entre los protegidos de la de Alba y los de la de Benavente, algo así como una guerra civil entre señoras.
Pero quizás su faceta más relevante fue la de salonnière, es decir, anfitriona de fiestas y reuniones en los que las figuras más importantes de la cultura conversaban, leían y debatían sobre temas relevantes. Según la historiadora Mónica Luengo, su salón fue frecuentado por importantísimos personajes de la época como Tomás de Iriarte, Moratín, Jovellanos, Cadalso e incluso Washington Irving y el poeta Longfellow. Es por eso por lo que su residencia, al noreste de Madrid, fue un enclave cultural, artístico y paisajístico del Madrid anterior a la invasión francesa.
Un jardín inglés y una casita rústica
El Capricho de la Alameda de Osuna fue la materialización de los deseos de la duquesa de Benavente. Esta casa de campo, construida entre 1787 y 1839 y que llegó a medir unas 180 hectáreas, se erigió entre el resto de palacios y villas suburbanas madrileñas debido a un elemento único en el país: su jardín.
Hasta el momento, los jardines que proliferaban en España eran de estilo clásico formal francés, es decir, basados en el orden, la regularidad y la simetría. Sin embargo, en el resto de Europa comenzó a proliferar el paisajismo inglés, un estilo en el que predominaba la irregularidad, la variedad y las curvas, caracterizado por la exaltación de las emociones y el retorno a la naturaleza. Así, en este tipo de jardines abundaban los caminos sinuosos, las colinas, los árboles y arbustos frondosos, las grutas, estatuas y todo tipo de follies o caprichos.
De entre todos estos elementos fantásticos del parque destaca una vieja casita construida hacia el norte. Se trata de una vivienda de madera y piedra que apenas levanta dos plantas, con un tejado de toscas tejas rojas y una gran puerta irregular que da entrada al interior. Los rosales de su alrededor han trepado hasta el techo y cubren gran parte de la fachada, haciendo difícil asomarse por sus ventanas. Cuenta con un rudimentario balcón hecho con troncos de árbol y un pequeño huerto, donde todavía hoy se cultivan algunas hortalizas.
Para un ojo desentrenado, esta casa puede parecer la vivienda de algún criado del palacio, o incluso algún vestigio de los que habitaban el terreno antes que los duques de Osuna. Sin embargo, se trata de un escenario teatral para las fiestas y reuniones de la duquesa, inspirado en el pueblecito pastoril de María Antonieta.
La Aldea de María Antonieta
Cuando las mujeres parisinas llegaron a Versalles la noche del 5 al 6 de octubre de 1789, seguro se sorprendieron al encontrar una aldea campesina construida en los jardines del gran palacio. Más allá de la residencia oficial de los reyes, en el Pequeño Trianón (jardín de Versalles), María Antonieta había hecho construir años atrás un pueblecito humilde en el que poder huir de las intrigas y responsabilidades de palacio.
La Aldea de la Reina (o Hameau de la Reine, en francés) simulaba ser un pequeño poblado normando, un paraíso rústico con una granja, un molino, un granero, un palomar y varias casitas con huerto. En ella, María Antonieta podía olvidarse momentáneamente de sus responsabilidades de monarca y celebrar fiestas con sus amigos, funciones de teatro en las que representar el papel de campesina, recoger flores del campo, dar paseos en barca por el estanque o vestir con ropajes mucho más sencillos (pero no de menor calidad) que en la corte. Un auténtico escenario de comedia rural donde disfrutar de la vida del campo sin la vida del campo. Es decir, sin las responsabilidades y penurias asociadas a la rutina de un campesino anterior a la Revolución Francesa.
La duquesa de Benavente, que seguía muy de cerca las modas francesas e incluso contaba entre su equipo de arquitectos con algunos provenientes del Trianón, mandó construir en su finca una casita similar a la de la trágica reina. El encargado de llevar a cabo esta fantasía fue Ángel María Tadey, un escenógrafo de origen milanés que ideó, pintó y decoró este capricho para las fiestas y comedias pastoriles de la de Benavente. Así, el Capricho está unido desde su primer periodo con la Casita de la Vieja.
La Casa de la vieja: musgo, autómatas y espiritismo.
El interior de la Casita de la Vieja o Casita Rústica está dividida en diferentes estancias, cada una más curiosa que la anterior. El primer ambiente de la casa nos lleva directamente al nombre de la misma. Se trata de una salita rústica, inspirada en las viviendas tradicionales de los campesinos, pintada con trampantojos que simulaban utensilios de cocina, ropa tendida, muebles humildes y todo tipo de comida: chorizos, morcillas, jamones, verduras y frutas de temporada.
Pero más que el escenario, lo que destaca de esta sala son los actores. Esta cocina de pega estaba poblada por unos curiosos maniquíes de tamaño real. Sentados a la mesa, como si charlaran tras un largo día de trabajo, se encontraban en la cocina un labriego, su mujer y sus hijos. A su vez, en un rincón del hogar, había una viejecita haciendo sus labores con la cabeza envuelta en un pañuelo. Esta visión -algo tétrica- resultaba habitual en la Alameda de Osuna, ya que según cronistas del momento (y fotógrafos que años después los retrataron, como Martín Santos Yubero) la finca estaba repleta de autómatas. Estos muñecos con movimiento no sólo se encontraban en la casa, sino también en distintas partes del jardín como la ermita, que contaba con un ermitaño artificial, o el fortín, guardado por un soldadito. Una especie de Cortylandia para ricos y nobles.
La casita de juegos de la duquesa también tenía un espacio más formal, conocido como el gabinete rico. En el piso de arriba, subiendo las escaleras, había una sala adornada con pinturas murales, al estilo pompeyano, que contenía un velador y sillas con asientos de paja. Se trata del elemento más contemporáneo de la casa, posible lugar de reunión y descanso tras las actividades del día. Hasta aquí nada muy extraño, si no fuera por el gabinete del musgo.
La planta baja albergaba una pequeña sala de planta hexagonal conocida como el gabinete del musgo. Su nombre, no muy rebuscado, hacía referencia a que toda la superficie de esta habitación estaba cubierta de musgo. Sí, musgo. Desde las paredes al suelo, pasando por los asientos de sus ocho sillas, toda la habitación estaba tapizada por un fino mantón verde. En el centro del gabinete, como único elemento no contaminado por el musgo, se encuentra una mesa de mármol blanco. La utilidad de esta estancia ha suscitado muchas dudas entre los historiadores: algunos creen que se trataba de un elemento meramente decorativo, mientras que otros ven en ella la prueba de la masonería de los duques. Otra de las teorías para explicar esta habitación es el supuesto interés por lo oculto de la duquesa.
A pesar de su carácter ilustrado, la duquesa parecía estar muy interesada por el mundo del más allá. No debemos olvidar que los Asuntos de brujas de Goya, una colección de seis pinturas de pequeño tamaño en la que se observan brujas, demonios y fantasmas, fueron un encargo especial de la Benavente para su gabinete privado. Es por eso por lo que hay quien cree que esta sala estaba destinada a rituales espiritistas y sesiones de brujería. La prueba: una serie de psicofonías que grabó Juan Miguel Marsella, director de Madrid Oculto, en esta sala.
¿Cómo visitar el parque?
El parque se encuentra en el paseo de la Alameda de Osuna, 25, en el corazón del barrio con el mismo nombre. Para llegar allí en transporte público basta con coger la línea 5 de metro y bajarse en la parada El Capricho, o tomar los autobuses 101, 105 o 151.
A pesar de su encanto, las puertas del jardín permanecen cerradas entre semana (aunque con excepciones). Por lo tanto, sólo se puede visitar en fin de semana o festivos, en un horario de 9:00h a 21:00h de abril a septiembre y de 9:00h a 18:30h de octubre a marzo.
La entrada al jardín es gratuita con un aforo máximo de 1.000 personas.
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*Bibliografía
Para escribir este artículo hemos leído:
- Luengo Añón, Mónica (2011). Los jardines del Capricho de La Alameda de Osuna. XLI Ciclo de Conferencias Biblioteca de Estudios Madrileños, Parques y Jardines. Instituto de Estudios Madrileños, CSIC.
- Navascués Palacio, Pedro (1975). La Alameda de Osuna: una villa suburbana. Pro-Arte (Barcelona). pp. 6-26.
- Martínez del Valle, Gonzalo (2010). Goya y los IX duques de Osuna. Pinturas para el Palacio de la Alameda. Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, nº 12, pp. 31-32.