El junco es el origen de todo. Cuenta Irene Vallejo en su extraordinario best seller El infinito en un junco que “en el tercer mileno a.C. los egipcios descubrieron que con aquellos juncos podían fabricar hojas para la escritura, y en el primer milenio ya habían extendido su hallazgo a los pueblos de Próximo Oriente”.
La historia de una planta que sirvió como vehículo de cálculos, de registros, de ideas. Igual pasa o pasaba con El Junco –ahora en mayúsculas–, la mítica sala de conciertos ubicada en Alonso Martínez. Un escenario de ida y vuelta. Uno de los pocos vehículos que traen o traían a Madrid soul, funk, rock y distintas ramificaciones de la llamada música negra.
Este martes, la sala anunciaba su cierre a través de Instagram. Usaban una foto que bien podría ser el cartel que se encontrará quien no se entere de esta noticia hasta llegar a su puerta: “sorry we are closed” (perdón, estamos cerrados).
A la imagen le acompaña un texto lacónico, sentido y directo: “Con toda la pena de nuestro corazón os traemos una noticia muy triste: el Junco echa el cierre”. Sigue: “Ha sido un placer contar con vosotros todos estos años, gracias por la música, el cariño y los buenos momentos”.
Los motivos que justifican el cierre se encuentran en un artículo que han escrito Clara G. Lorenzo y Roberto Bécares para El Periódico de España. En el artículo uno de los socios alude a razones económicas, a dificultades postpandémicas, a un aumento de la competencia.
Las jam sessions de El Junco –populares, improvisadas, abarrotadas en sus mejores momentos– han visto cómo sus asistentes llegaban con un móvil sin cámara y años más tarde cómo registraban cada golpe de baqueta o cada rasgueo de guitarra. El Junco abrió en diciembre de 2004 y sus días se cuentan hasta ahora.
Escribió Jaime Gil de Biedma que ya no volvería a ser joven y que el único argumento de la obra es envejecer y morir. A este paso –con el cierre reciente de los cines de Conde Duque y otros que todavía arrastramos como El Candela o la Freiduría de Gallinejas– la adaptación a Madrid es evidente. Envejecer nosotros y ver morir los locales con los que crecimos es, de alguna forma, el argumento alternativo de la obra.