A medida que el veganismo gana cada vez más adeptos, nuevos proyectos que apuestan por este tipo de productos no dejan de aflorar en las calles de Madrid. Aunque quizás sea mejor dejar las predicciones proféticas para los debates de sobremesa, está claro que el que muchos auguran que será el futuro de la gastronomía es ya una realidad en algunos restaurantes de la capital.
Uno de ellos es Distrito Vegano, que en 2016 dejó de ser un espejismo futurista y se convirtió en un vecino más del barrio de Lavapiés. Ahora, seis años después, hace las maletas y abandona el nido para abrir las puertas de su Invernadero en el número 10 de la calle del Conde de Romanones. Alejado del rincón familiar y acogedor del que se despide, con este nuevo espacio compra todas las papeletas para catapultarse a lo alto de la lista de los veggies madrileños más sofisticados.
No obstante, además de su concepto, en el equipaje se hicieron hueco también sus principios, que siguen intactos. De ello se encargan el chef Pablo Donoso y su hermana y jefa de cocina Francis Donoso, que capitanearon también La Tía Carlota y La Modernista. Un claro ejemplo de que las despedidas no siempre son sinónimo de tristeza, su familia aúna en su nuevo local la esencia de cada uno de los tres restaurantes que dejan atrás.
Trampantojos del paladar
Para entender la comida vegana, hay que hablar también de sus detractores. Todos los que llevan una dieta vegana o vegetariana han escuchado más de una vez la más que manida sentencia de que “el sabor no es el mismo”. Y, aunque puede que haya acuerdo en aquello de que las comparaciones son odiosas, es innegable que de ellas bebe el afán de muchos restaurantes veganos por hacer versiones íntegramente vegetales que se parezcan lo máximo posible al plato original. Verdaderos trampantojos culinarios que hasta al mayor carnívoro le costaría identificar.
Sin necesariamente tener esa pretensión, el resultado en el caso de Distrito Vegano Invernadero es espectacular: un lugar en el que sumergirse en el mundo de la comida 100% plant based sin renunciar a los sabores de siempre. Prueba de ello son las propuestas de su carta, que hablan por sí solas. Entre ellas están sus patatas criollas, una combinación perfecta de patatas asadas y chorizo gallego ecológico bañada en queso fundido y chimichurri con la que cuesta creerse que ningún ingrediente es de origen animal.
Otro ejemplo de ello es su tabla de embutidos, de una presentación inmejorable, en la que pueden degustarse varios tipos de queso vegano y un más que logrado jamón. Y lo mismo ocurre con el resto de sus platos, todos ellos pensados al detalle. Desde el tartar marinero, del que sorprende la intensidad de su gama cromática, hasta sus croquetas de la abuela.
Incluso algunos sabores como el del marisco, que a priori podrían pensarse desterrados del mundo vegano, tienen cabida en su mesa a través de su arroz caldoso. Ante la gran variedad de opciones es fácil olvidarse del postre, pero tanto su tarta de queso como su tiramisú con helado de café son la guinda perfecta para una experiencia vegana que es difícil no querer repetir.
Calle del Conde de Romanones, 10 (Tirso de Molina).
Platos desde 9€ hasta 19€.
Más información en su Instagram.