El refranero popular no siempre contiene toda la sabiduría que se le atribuye. ¿Lo bueno si breve dos veces bueno? Hay matices y excepciones. Como, por ejemplo, un festival de música, las Noches del Botánico, que dura dos meses.
El evento más galardonado de este año en los Iberian Festival Awards (que reconoce los festivales más reputados de cada año) empieza el 7 de junio con un concierto de Bob Dylan y acaba el 30 de julio con uno de Damien Rice.
Un concierto, el de Dylan, para el que ya no quedan entradas. El Nobel de Literatura dará dos fechas consecutivas, pero las entradas se acabaron en cuestión de media hora.
Un cartel de lujo
“Seguimos con la misma filosofía de mezclar artistas de todo tipo de género y de eclecticismos”, dice Ramón Martín, codirector del festival junto a Julio Martí, en conversación telefónica con Madrid Secreto. Y añade: “si te fijas en la programación ves que somos completamente diferentes a cualquier otro ente: buscamos la mezcla de artistas que no tenga nada que ver con otras programaciones”.
Una mezcla de artistas que se simboliza en que el grupo que sigue a Bob Dylan es Fangoria junto a Nancys Rubias. ¿Y luego? Luego Andrés Calamaro, más tarde Iván Ferreiro, después Rubén Blades y entre medias o más adelante nombres como el de Fito Páez, Niña Pastori, Placebo o Damien Rice.
Un cartel de lujo en un escenario de lujo. “Trabajar en un jardín botánico tiene muchas limitaciones”, dice Martín, que codirige un festival que el año pasado arropó a más de 130.000 personas.
La nueva apuesta
La séptima edición del festival viene aparejada de una evidente experiencia. Ramón Martín habla de novedades y se refiere a un nuevo escenario (que permite acoger a grupos con ciertos requerimientos técnicos) y a una nueva grada que “es la primera vez que se monta en Europa”.
La nueva grada ofrece más espacio y visión: tiene más solidez en la estructura y los mismos acabados que un escenario. Martín remite a la comodidad y a la ampliación de unos asientos que antes medían 50 centímetros y ahora 60. Todo para generar esa “buena vibra entre el público y el artista” en lo que Martín define como “un pequeño Maracaná”.