Cómo surge el parque de las Siete Tetas
Los alrededores del Madrid de mediados del siglo XX, poco o nada tenían que ver con lo que son ahora. El conocido como parque de las Siete Tetas esconde bajo el césped verde lo que fue el cerro del Tío Pío: una barriada de casas bajas, chabolas y cuevas bastante común en la época. El primer habitante fue quien da nombre al parque, Pío Felipe, que compró buena parte de los terrenos en 1916 y junto a su mujer Aniceta Budia se establecieron en una casa con su carro y unas mulas con las que recogían chatarra. Ambos fueron muy populares en Vallecas, donde pasaron la mayor parte de su vida, y Felipe llegó a ser vocal del Centro Social Ciudadano y Ateneo de Vallecas.
Tras la Guerra Civil, todo lo que no era el centro de la capital se llenó de nuevos habitantes llegados de todas partes de España. Estos se establecieron como pudieron, ya que la ciudad no estaba preparada para un crecimiento tan repentino. Vallecas pasó de tener 56.530 personas en 1950 a 222.602 diez años después. La explosión de población da lugar a que lugares como este pequeño asentamiento familiar se convirtiera en un gran barrio con casas construidas casi del día a la noche por sus futuros habitantes. No había ningún tipo de infraestructura o planificación urbanística, porque estas construcciones eran ilegales y todos los intentos de frenar el chabolismo del Ayuntamiento fueron infructuosos.
A pesar de ello, el barrio fue desarrollándose, especialmente en los años 60 cuando se crearon las escuelas, se pusieron farolas en las calles, lavaderos y fuentes de agua. La electricidad no llegaría hasta los 70, junto con el Proa, un club deportivo-cultural que era el corazón del barrio. Y una década más tarde, en los 80, se decidió terminar con todas las infraviviendas en la Comisión de Planeamiento y Coordinación del Área Metropolitana de Madrid.
Las familias fueron realojadas en diferentes casas de vivienda pública de Vallecas. En el libro Un cerro de Ilusiones de Juan Jiménez Mancha, el sacerdote Martín Valmaseda explica: «como las palas mecánicas arrasaron las chabolas y las casitas bajas (…) y con los materiales de derribo cambiaron el paisaje haciendo las pequeñas colinas». Así parte de la historia de Madrid quedó enterrada y desconocida por la mayoría de los visitantes del paraje.