El tráfico rodado ya casi no cabe en un Madrid encauzado hacia la peatonalización de las calles (con la Puerta del Sol como kilómetro cero) y empeñado en la creación de nuevos espacios verdes (la plaza de España, sin ir más lejos) donde antes había una maraña de calzadas, semáforos y tubos de escape.
Y ahora, ¿meterán la Gran Vía bajo tierra? Es la nueva pregunta que se hacen conductores y viandantes que frecuentan el centro. El Ayuntamiento ha reiterado su intención de analizar la viabilidad económica y técnica de esta idea, una de las condiciones que se acordaron para pactar un gobierno formado por el Partido Popular, Ciudadanos y Vox (este último partido es el artífice de la propuesta de soterrar la Gran Vía).
La Gran Vía ya experimentó una gran reforma el año pasado. Bancos modulares, aceras más anchas, más árboles y más semáforos: recursos y un diseño urbano pensado para los peatones (las bicis no salieron tan bien paradas). El siguiente paso podría ser enterrar coches, motos y autobuses; hacerlos pasar por debajo de las tiendas, los teatros, las bicis y la gente, si el estudio del Ayuntamiento resultara favorable al proyecto.
De momento solo se conoce la intención de valorar esta idea, que el Ayuntamiento pretende dejar en manos de «un concurso público y abierto», declaró de la delegada de Obras y Equipamientos del Consistorio, Paloma García Romero, en la comisión del ramo del Ayuntamiento de Madrid del miércoles 18 de septiembre. García Romero dio a entender que la existencia de transporte alternativo supone un punto a favor para considerar el soterramiento de la Gran Vía.
Este no sería el primer intento de modificar la Gran Vía. Lo propuso el arquitecto Miguel Oriol en dos ocasiones, hace 30 y 20 años, con un proyecto que proponía transformar la calle en un túnel subterráneo para coches con entreplantas destinadas a los caminantes. No prosperó.
Soterrar por completo la Gran Vía no es la única opción. César Franco, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid (Coiim), explicó al diario 20 minutos que lo lógico sería realizar primero un concurso con otras ideas, como, por ejemplo, «bajar solo dos carriles» o «instalar un túnel como salida rápida desde Madrid hacia la M-30». A la luz de lo expuesto por el Ayuntamiento, escuchar alternativas al soterramiento no parece estar dentro de sus intenciones.
¿Hace falta un estudio para valorar la idea? ¿O es un gasto inútil de dinero público? El periódico EL PAÍS ya consultó a expertos en arquitectura, ingeniería y movilidad que coincidían en la enorme dificultad técnica y el exorbitante precio que exigiría el soterramiento de la Gran Vía. Señalaban, además, que esta medida acabaría aumentando el tráfico en el centro de la ciudad.
Tal vez el proyecto jamás se materialice, como le pasó a Miguel Oriol décadas atrás. Si nos ponemos puntillosos, el Partido Popular, al mando del Consistorio, solo se comprometió a estudiar la posibilidad de meter la Gran Vía bajo tierra.
El artículo 44 del acuerdo que PP y VOX para formar gobierno dice literalmente: «se estudiará la viabilidad técnica y económica del soterramiento de la Gran Vía, como vía de circulación alternativa y aparcamiento subterráneo». Si el análisis del concurso público no diese por buena la idea, el Gobierno del PP estaría cumpliendo su palabra, pero el tráfico de la Gran Vía madrileña continuaría donde siempre ha estado: a pie de calle.
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