Cuando llega el 10 de noviembre, los coreanos y las coreanas que no tienen pareja saben que casi con toda certeza recibirán un regalo el día siguiente. El 11 de noviembre (a las 11:11, por ser más preciso) es el día en que la soltería se celebra regalando una especie Mikado (un palo comestible cubierto por chocolate) que se llama Pepero: con él se desea que el receptor del Pepero encuentre a su otro palito.
Aunque a la hora de importar tradiciones hemos girado la cabeza más hacia occidente que hacia oriente, Madrid ahora tiene un sitio en el que comprar Peperos. Peperos y también chips con sabor a churros con chocolate, bebidas con la cara de Goku impresa o KitKat de chocolate blanco, de matcha y de otros tantos sabores.
Ese sitio se llama B-Kndy (calle Acuerdo, 36) y su apertura hace apenas un mes en la zona de Conde Duque tuvo un germen clarísimo: un Trabajo de Fin de Grado. Pilar Martín y Rocío de Castro estudiaron juntas Publicidad y Marketing. Su proyecto al acabar la carrera fue estudiar la viabilidad (investigar el dónde, el cómo y el por qué) de una idea que todavía no tenía nombre.
Más que un supermercado asiático
A la pregunta del por qué, Pilar Martín tiene una respuesta: “porque no hay ninguna tienda física en Madrid que venga productos coreanos y japoneses”. Y Rocío de Castro, cuya madre es coreana y que ha pasado temporadas en Corea, añade: “hay supermercados que venden cosas para cocinar en tu casa, pero a nosotros nos vienen japoneses que buscan el capricho, no la harina para cocinar en casa”.
La curaduría en la selección de caprichos es irónicamente caprichosa. Rocío y Pilar se fijaban en las cosas que más les llamaban la atención y Rocío en algunos casos obedecía a esa nostalgia casi proustiana: algunos de los productos que vende los ha probado cuando era pequeña. En la definición de la totalidad de los productos, Pilar dice “cada cosa es un mundo: hay cosas que no había probado en mi vida y les intentaba buscar un parecido que soy incapaz de encontrar”.
Entre TikTok y Madrid
B-Kndy es también una especie de nexo entre TikTok y la vida física. Muchos de los clientes llegan, ven un tipo de ramen, lo reconocen por haberlo visto en un reto viral y se lo llevan a casa. También pasa con bebidas, con gyozas, con mochis, con helados de frutas, con almendras de sabores –de miel o de plátano, por ejemplo– o caramelos de variedades casi insospechadas –sal o sésamo negro son prueba de ello.
Tanto Rocío como Pilar conciben la visita a su ¿tienda, colmado, badulaque? como una experiencia: “Tienes que venir a la tienda porque te tienen que explicar el producto”, dice Pilar. Y añade la implicación de todos los sentidos. En B-Kndy importan los olores, la banda sonora, lo que pruebas –tienen máquinas que dispensan agua caliente para que te lleves el ramen preparado– o lo que ves –una decoradora coreana se ha encargado de vinilar el local.
La primera evocación del nombre –por llamarse así una canción del disco y por esa estética japonesa– lleva a Rosalía, pero el bautizo no tiene nada que ver con la artista catalana. Rocío tuvo una epifanía mientras nadaba en su gimnasio. Entre largo y largo pensó en el nombre de las instalaciones (BeOne) y en cómo se llaman las salas (BeWater la zona de la piscina). Y casi por ósmosis se le ocurrió el nombre que tendría la tienda: B-Kandy (my friend).