Como una epifanía. Así es como la madre de Valeria Monsalve, obradora en Cara Mela, define el bautizo de la flamante pastelería de Chamberí. “En italiano, mela es manzana y cara es querida y… bueno, nuestro producto estrella son las manzanas”. Lo cierto es que el nombre encaja en un tuit de Masters of Naming: Valeria tiene ascendencia italiana, las manzanas que venden en Cara Mela se bañan en caramelo y el propio nombre evoca la venta de productos dulces. Redondísimo.
La otra parte de Cara Mela, por cierto, es Jazmin Barmaimon. Valeria y Jazmín se conocieron en 2016 mientras estudiaban en la escuela de alta cocina Le Cordon Bleu. Hablan de que estuvieron de viaje por separado y que siempre hablaron de la posibilidad de empezar un proyecto, se volvieron a encontrar en Madrid y empezaron a darle forma a la idea. Solo hacía falta un local.
Decoración de diseño
Entrar en Cara Mela es algo parecido a entrar en el set de rodaje de una película de David Lynch. Y aunque algunos medios como Arquitectura y Diseño condensaron su esencia en un titular –con muy buen tino– y describieron su estética como moderna, el concepto va más allá. Valeria atribuye todos los méritos al estudio Casa Antillón y añade: “nosotras no tenemos ni idea de diseño, pero queríamos marcar la diferencia: no queríamos ser la típica pastelería bonita y tierna, sino que queríamos algo diferente, innovador y entre moderno y clásico”.
Así, a caballo entre dos estadios temporales, jugando con distintos materiales y dando protagonismo al color verde en su comedor, Cara Mela se ha consolidado entre vecinos del barrio en los dos meses que lleva abierta. “Ya tenemos los clientes de siempre los que vienen siempre por lo mismo, que vuelven todos los días y eso es bastante gratificante”, dice Valeria y Jazmín remata: “comentan y vuelven diciendo lo bueno que estaba: hay mucho feedback”.
Pasteles de diseño
La formación en Le Cordon Bleu llama a un claro pensamiento: aquí la bollería industrial es casi un animal mitológico y la experimentación es la norma. La carta de Cara Mela, que se encuentra uno de frente según entra al local, está en contante rotación: “hacemos muchas tartas por encargo, bizcochos, innovamos bastante viendo qué es lo que gusta y lo que no”, dice Jazmín.
Lo que gusta es algo que ya, más o menos, tienen claro. Sus manzanas –variedad Granny Smith: ácidas– bañadas en caramelo –Valeria tardó un año en sacar la receta– y cubiertas de toppings –Oreo, almendras, chocolate y cacahuete…– son una verdadera locura. Igual que lo es el budín de croissant que, junto al de napolitanas y a las mencionadas manzanas, se ha consolidado como producto estrella.
Al respecto, Valeria lo tiene claro: “hacemos también cosas clásicas pero siempre poniendo nuestro toque, queremos que sea algo que solo vas a encontrar aquí”. Ese aquí es el número 20 de la calle Trafalgar, junto a la plaza de Olavide, la emblemática y escondida plaza madrileña que el Financial Times describió como uno de los lugares a los que volver tras la pandemia.