La etimología tiene algo de horrocrux, los objetos a través de los que magos – en Harry Potter– logran la inmortalidad ocultando un fragmento de su alma. Las palabras viven y aún cuando desaparece una cultura, esa palabra es la representación de que esa civilización existió.
El cheli es un sociolecto que se dejó de hablar en Madrid a mediados de los 90’, pero su eco convive residualmente en la publicidad, en las conversaciones y en los libros. La amplificación de ese eco es precisamente un libro: El chaval principeras (Libros desde Tuma, 2022), la traducción de El Principito al cheli.
Álvaro de Benito Fernández, que es periodista y define su atracción por la filología y la lingüística como un hobby profesionalizado, es el autor de una traducción que tiene una enorme peculiaridad: “En inglés puedes traducir bien o mal, pero el cheli solo puedes adaptarlo: no es cuestión de hacerlo bien o mal”, dice de Benito a Madrid Secreto.
El chaval principeras
La importancia social de El Principito se entiende a través de la comparación: es el segundo libro más traducido de la historia. Se ha traducido a 507 idiomas o dialectos (entre ellos el cheli, que realmente es un sociolecto) tal y como registra la web Petit Prince Collection.
“Independientemente de que nos guste o no, El Principito es una herramienta universal y válida para la divulgación de los idiomas”, dice de Benito en referencia a tres factores. El primero es su coleccionabilidad, el segundo es que sea una novela corta y el tercero es el hecho mediático: “cada vez que sale algo de El Principito se arma mucho revuelo”.
Álvaro de Benito ha estado año y medio trabajando en la traducción y poniendo el foco en un estudio filológico y de léxico. El resultado es un libro que, como el buen cine o ciertos tipos de humor, se caracteriza por el contraste: “El Principito es un niño preguntón, idílico y rubito, con rizos, cándido e inocente, ¿cómo le pones a hablar cheli?”.
¿Qué es el cheli?
“El cheli es un sociolecto: no es un dialecto ni una lengua, sino que se parece a un argot” dice De Benito y continúa: “Es algo que se ha perdido, no escuchas a la gente hablar así y quedan palabras y modismos, pero no es exactamente lo que los jóvenes de ahora hablarían”.
El trazado genealógico del cheli es relativamente sencillo –en comparación con otras lenguas milenarias. Películas como Navajeros de Eloy de la Iglesia, libros como El Jarama de Sánchez Ferlósio o programas de televisión como la Bola de Cristal son visitables y registran ejemplos del cheli.
Tan identificable es este recorrido que incluso se conoce el nombre y el apellido del bautista: el escritor de Mortal y rosa, Francisco Umbral. “La palabra cheli la acuña Paco Umbral, es el primero que lo pone: una cosa es que existiese y otra cosa es que se acuñara”, dice de Benito.
Un artículo de Maruja Torres escrito para El País en 1983 lleva por titular ‘Tierno Galván presentó anoche el Diccionario cheli de Francisco Umbral’. Umbral se refería en esa presentación al cheli como “un argot generacional” y (parafraseando a Maruja Torres) a sus usuarios como un grupo que tiende a la auto marginación.
No es el único trabajo filológico al respecto del cheli. Ramoncín, el cantante madrileño, publicó dos diccionarios chelis. Uno en 1993 y otro –El nuevo tocho cheli– en 1996.
El futuro del cheli
“El cheli está de capa caída”, dice de Benito y añade: “la imagen que se tiene es la de algo muy restringido a la gente de los 80’ como tribus urbanas y también ese Madrid periférico y castizo”. Al preguntar si podría tener una conversación en cheli dice que sí, que él sí, pero que sonaría impostado.
“Hay términos del cheli que todavía se usan”. Y para buscar ejemplos, de Benito acude a la evolución de algunos términos y a sufijos propios como el “-aca”, el “-ata” o el “-era”. Y consecuentemente a otras palabras como segurata, naturaca o volateras (“el aviador de El Principito es un volateras”, dice de Benito). También dabuten (y sus variaciones) y otros tantos préstamos lingüísticos del caló (idioma usado por el pueblo gitano).
El patrimonio linguistico
La cercanía entre el cheli y la realidad juvenil de 2022 es mínima o inexistente. Y la función de este libro (y de la editorial) es la de divulgar el patrimonio lingüístico español. El chaval principeras no es el primer Principito que traduce Libros del Tuma: el año pasado se tradujo a la palra del rebollar, un dialecto del sur del Salamanca que está en desuso.
Entre 507 idiomas y dialectos a los que se ha traducido se coló en 2017 una traducción al andaluz que generó incluso cierta polémica: “El andaluz tiene mucha fuerza y el cheli es minoritario. Muchas de las traducciones de dialectos o de lenguas no los hacen filólogos o folcloristas (que están muy metidos en la defensas de sus dialectos)”.
Una defensa acorde con un raro hecho identitario que quizás es consecuencia de la condición mestiza o criolla del madrileño. Igual que el chotis no se reivindica entre sectores juveniles, el cheli no se relaciona con la identidad madrileña (“es una identidad más folclórica que real”, dice de Benito). La celebración de la existencia de un libro como El chaval principeras, entonces, radicará en la victoria casi pírrica: dabuten será el horrocrux de un Madrid que ya no existe y que Almudena Grandes definía en Las edades de Lulú como “una ciudad enorme de la que todos dicen que es un pueblo”.