El legado de Francisco de Goya es uno de los tesoros de nuestra pintura, y los madrileños hemos disfrutado de sus cuadros en más de una ocasión en museos tan emblemáticos de la ciudad como el Museo del Prado. Pero hay otro lugar, quizá no tan conocido, en el que también se conserva una parte muy importante de su obra: la ermita de San Antonio de la Florida.
Esta ermita, de apariencia sobria por fuera, es el ejemplo perfecto de que a veces las apariencias engañan. Pasando más bien desapercibido en su ubicación en la Glorieta San Antonio de la Florida 5, en el distrito de Moncloa-Aravaca, este templo exhibe en sus paredes unos impresionantes frescos del pintor. Tanto es así que están considerados de sus obras maestras.
El conjunto mural llena la estancia de color con pinturas dedicadas a San Antonio de Padua, un santo al que los madrileños le han tenido históricamente gran devoción. Como nada de lo que podamos escribir sobre estos frescos es comparable a verlos in situ, qué mejor que acercarse a conocerlos en su horario de apertura al público: de martes a domingo de 9:30h a 20:00h. Para cumplir con las medidas de seguridad, solo están permitidas las visitas individuales o con el núcleo de convivencia, con un aforo máximo de 10 personas.
Según se puede leer en la web del Ayuntamiento de Madrid, este edificio neoclásico fue construido entre 1792 y 1798 por el arquitecto italiano Felipe Fontana. Sin embargo, no fue la primera ermita dedicada al santo: llegó después de que la de Churriguera y posteriormente, la de Sabatini, fueran derribadas por las reformas urbanísticas que tuvieron lugar a lo largo del siglo XVIII. El templo, declarado Monumento Nacional en 1905, tiene una réplica moderna justo al lado levantada por Juan Moya en 1928. Su función es la de celebrar el culto, mientras que la original se utiliza como museo.
En la ermita se encuentra, además, la tumba de Francisco de Goya. Sus restos fueron trasladados a este templo el 29 de noviembre de 1919, al considerar el rey Alfonso XIII que se trataba del lugar más adecuado para establecer el panteón del artista. Al abrir su mausoleo en Burdeos para llevar a cabo la operación, no se llegó a encontrar el cráneo del pintor. Su desaparición sigue siendo, aún a día de hoy, un verdadero misterio.
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