
De ella no se puede decir que pase desapercibida: situada frente a uno de los puntos más emblemáticos de la capital como es el Parque de El Retiro, la Iglesia parroquial de San Manuel y San Benito (calle de Alcalá, 83) es una de las construcciones más reconocibles del paisaje urbano de Madrid, y son pocas las fotografías tomadas desde el parque en las que no aparezca retratada.
Es precisamente el estilo en el que se edificó este templo, ejemplo de arquitectura neobizantina madrileña, lo que lo hace tan reconocible. La construcción –de la que el Instituto de Estudios Madrileños señala cómo «se aprecian los elementos arquitectónicos italianos y las fórmulas decorativas orientalizantes que entroncan con el mundo bizantino»– data de principios del siglo XX y es obra del arquitecto Fernando Arbós y Tremanti.
No en vano fue este mismo arquitecto el que dio forma al Panteón de los Hombres Ilustres, que junto a San Manuel y San Benito es uno de los mejores ejemplos de estilo neobizantino que se pueden encontrar en la capital. Tremanti, por otro lado, es también el responsable del panteón de la familia Bauer, ubicado en el cementerio británico.
Por todo ello, no puede decirse de este templo que sea desconocido o secreto. O, al menos, no en su totalidad: tras ese reconocible (y conocido) exterior, los muros de este lugar de culto albergan no solo un impresionante interior, sino también una historia a la altura de la propia construcción.
De mármol y teselas
Como decíamos, en su interior la iglesia esconde una impresionante decoración donde los mosaicos y el mármol de Carrara (Italia) y de Macael (procedente de la sierra de los Filabres, Almería) son los protagonistas. Este último, del que hay ejemplos de distintos colores repartidos por la iglesia, destaca sobre todo el de color blanco: se le conoce como ‘oro blanco’ y es el material del que está hecha la Fuente del Patio de Los Leones de La Alhambra de Granada.
El interior de la bóveda, iluminada por la luz que entra a través de las ventanas, está completamente cubierta por teselas de colores conformando un mosaico, al estilo bizantino, en el que se puede ver un Pantocrátor rodeado de los doce apóstoles. Y sobre las pechinas –cada uno de los encuentros triangulares que conectan la base de la cúpula con la planta cuadrangular–, están representados los cuatro evangelistas: Mateo (con un ángel), Marcos (con un león), Lucas (con un buey) y Juan (con un águila).
Convento, panteón y sede del Partido Comunista
Su historia no es menos fascinante que su decoración o su arquitectura. Según recoge su propia web, en el año 1902 Benita Maurici donó los terrenos a los Agustinos de la Provincia de Filipinas para construir una Iglesia «que serviría de panteón para su marido [el empresario catalán Manuel Caviggioli], ya difunto, y ella misma, y un convento cuya planta baja se dedicaría a la instrucción gratuita de obreros»: la Fundación Caviggioli.
Su trayectoria se vio interrumpida por el estallido de la Guerra Civil en 1936, con la que la iglesia se cerró al culto y se transformó en un almacén. Por otro lado, parte de las instalaciones se destinaron a economato y el convento se convirtió en sede del Comité Ejecutivo del Partido Comunista.
En cuanto a la historia que explica el nombre de este templo, tiene que ver con ese deseo de Benita Maurici de convertirlo en panteón para ella y su marido, y cuyos sepulcros, de hecho, se encuentran en una de las capillas laterales del templo, a ambos lados de un altar de mármol blanco: la denominación es un homenaje y recuerdo a Manuel y Benita, el matrimonio que hizo posible su construcción.