En la primera mitad del siglo XX se popularizó en Francia el cadáver exquisito, que en pintura es una técnica surrealista en la que cada autor dibuja en el tramo de una hoja. Ese tramo se dobla y el siguiente pintor hace su dibujo sin saber lo que ha hecho el anterior. El resultado es una pintura incoherente y de aspecto aparentemente uniforme. En el número 3 de la calle Olite, en el distrito de Tetuán, hay un edifico incoherente y de aspecto aparentemente uniforme. Un palacete neomudéjar ocupa un tercio de una parcela en la visión frontal y el resto del espacio lo completa un edificio mucho más moderno.
Tirso Ocaña de la Vega es historiador –hace su tesis sobre los retos del patrimonio en este siglo y piensa qué será patrimonio el siglo que viene– e integra la Plataforma por el Patrimonio de Tetuán y se refiere a esta rareza arquitectónica como una fosilización. Y añade: “no se puede luchar contra eso y creo que tampoco es bueno. El patrimonio tiene que valer para la ciudadanía y no puede ser un obstáculo. El punto no es: tiremos todo. Hay edificios súper especiales que se tienen que mantener, pero otros se pueden tirar respetando la fachada y el uso. Es mejor que nada”.
Miguel Heras Murillo también nos acompaña, es geógrafo y también forma parte de la asociación. Alude a la misma realidad con algo más de beligerancia, pero en el fondo están de acuerdo: “esto va con la opinión de cada uno, pero yo creo que no debemos conformarnos. A mí me parece una aberración. Pero si la otra opción es tirarlo y hacer una cosa nueva de cero, prefiero esto”.
El patrimonio neomudéjar
El edificio de la calle Olite es una de las primeras paradas que hacemos en la ruta que Miguel y Tirso nos han diseñado. La ruta, de algún modo, se empezó a hacer en junio de 2021. Distintas asociaciones de los seis barrios que integran el distrito se unieron en grupos de Whatsapp y en asambleas para impedir el derribo de la fachada del número 315 de Bravo Murillo.
Esa convocatoria, casi inmediatamente, se convirtió en el disparador de una reforzada voluntad por conservar el patrimonio (vivo) neomudéjar de Tetuán. La acción directa más inmediata fue, primero, mapear todos los edificios de estilo neomudéjar repartidos por el barrio y, segundo, crear revisiones en el Catálogo de Edificios Protegidos del Ayuntamiento de Madrid.
¿Qué es el neomudéjar?
Tirso y Miguel cuentan la relación entre el neomudéjar y el barrio como una anécdota familiar que se ha contado muchas veces y cuyo discurso tienen aprendido. Los factores son los siguientes: Madrid crece, es necesario construir vivienda barata, el material más barato es el ladrillo.
A partir de ahí se crea el relato, el ladrillo cumple su función constructiva y también decorativa (en alicatados o yeserías): se prescinde de otro material mucho más caro y al mismo tiempo se reivindica como estilo nacional. El mudéjar es exclusivamente español y rescatarlo (ponerle el neo delante) implica reivindicar la arquitectura hispanomusulmana. El neomudéjar, así, funciona como síntesis de todos los estilos que convivieron en la península.
“Es transversal”, aclara Ocaña. El neomudéjar no solo se utiliza para casas baratas, sino también para edificios más nobles como palacetes. Añade Ocaña que “el estilo modernista francés no se usa para hacer edificios de viviendas normales: para la burguesía, sí, pero no para viviendas normales”. Ejemplos de su transversalidad son la Casa Árabe, frente a El Retiro o la plaza de toros de las Ventas. Ambas son obras de Emilio Rodríguez Ayuso precursor y máximo exponente de este estilo arquitectónico, considerado por algunos arquitectos como el equivalente al modernismo barcelonés en la capital.
El crecimiento de Madrid a finales del siglo XIX fue omnidireccional y Tetuán no es el único distrito plagado de viviendas de ladrillo. Su presencia, entonces, se extiende por otros barrios como Vallecas o Carabanchel. Ocaña se refiere más específicamente a su origen y lo relaciona con el factor institucional: “son viviendas de obreros, por obreros y para obreros y las instituciones no lo consideran nada singular”. Pero Ocaña alude a la cuestión inmaterial y dota de importancia al simbolismo histórico del distrito «al final lo que es realmente importante es rescatar la historia, las formas de vida y los testimonios de la clase obrera que fundó el distrito y los extrarradios que cambiaron Madrid».
Tirso también apela a la democratización de la consideración monumental de la ciudad: “que no solo sea turístico el paseo del prado, que también lo sean Carabanchel y Tetuán”. La solución (una de ellas, claro) para poner en valor la arquitectura del barrio pasa por darlo a conocer. Bien sea a través de rutas o a través de códigos QR impresos y pegados sobre las paredes. La historia del barrio a través de elementos tecnológicos: museizar las calles.
La estética de Tetuán
“Si los edificios se pierden, pierdes la primera página de la historia y no se puede ir hasta ahí”, dice Ocaña. Hay algunas páginas de la historia del barrio que (estirando la metáfora) bien podría decirse que han sido tachadas con típex: muchas de las casas son neomudéjares y algunos paseantes no lo saben. En su época fueron encaladas: para tapar humedades o por estética. Al respecto, una vecina del barrio nos interpela y se queja del estado de las casas “no dejan pintar nada. Quieren que dejemos las casas, así como están: viejecitas”.
Esto ocurre en la calle Avelino Montero Ríos, lugar en el que Ocaña desliza por primera vez una idea muy presente en el universo léxico de quien defiende el barrio: conjunto. La calle Avelino Montero Ríos es un ejemplo de conjunto neomudéjar y Ocaña lo resume en dos frases “casi 200 años están recogidos en una misma vista. Parece que estás en Peaky Blinders”. La intención no es recuperar casas como quien conserva violines de Stradivarius: es más bien conservar conjuntos y siempre apelando a la cuestión utilitarista.
A diferencia de las corralas típicas de Lavapiés, muchas de las corralas de Tetuán son en hileras: pequeños chalés paredados que se distribuyen a lo largo de un pasillo situado en el interior de un edificio. Para conocer la planta de cada bloque, Ocaña nos conmina en varias ocasiones a hacerlo desde Google Maps: la vista aérea permite entender esta realidad. Es paradigmático o como poco curioso el ejemplo de un bloque de la calle de Tenerife construida con fondos de la testamentaría de la marquesa de la Coquilla. Su interior se concibió incluso para albergar colegios. Ciudades interiores parecidas a las subterráneas que hay en Canadá.
Irreproducible
El estadio de fútbol del Cartagena, el del Castellón y el del Barcelona B son edificios de idénticas características. Estadios construidos a imagen y semejanza a partir del mini Estadi, el del Barcelona B. Hay calles enteras (como un tramo de la calle de Castilla) en Tetuán que parecen hechas con la herramienta clonar de Photoshop. Casi como se construyeron algunas colonias de Madrid: viviendas de idénticas características a las vecinas siendo edificios diferentes. La misma planta repetida cuando las circunstancias lo permitieran.
La irrepetibilidad de Tetuán nace irónicamente de la repetibilidad en la construcción del distrito. Circunstancia a partir de la cual se puede concluir acerca de la necesidad de defender el patrimonio. No es un discurso que apele a una realidad vacía: un paseo por Madrid Nuevo Norte dentro de veinte años no distará de un paseo por cualquier barrio de nueva construcción en cualquier otro lugar de España.