Estos días en Madrid –y en todas las ciudades europeas– se celebra la Semana de la Movilidad: unas jornadas en las que las urbes se vuelcan para promover una movilidad más sostenible y saludable. Su medida estrella es «¡El día sin coches!», origen de esta iniciativa, que tiene lugar cada 22 de septiembre.
En la capital esta celebración se tradujo en que durante unas horas se peatonalizó el paseo del Prado y Recoletos hasta Colón, brotó la vegetación en calzadas y edificios y los peatones le ganaron terreno al vehículo privado, entre otras iniciativas. Sin embargo, pasado ese tiempo, esa ciudad-utopía se desmonta y vuelve a su escala de grises habitual. Pero, ¿y si no lo hiciera?
Esa es precisamente la propuesta que tanto urbanistas como vecinos reclaman para Madrid: un modelo de ciudad sostenible, que sitúe a las personas en el centro y que tenga en cuenta los efectos del cambio climático. Ramón López, historiador del arte y gestor cultural –además de un apasionado del urbanismo–, ha compartido algunas propuestas en Twitter para transformar el paseo del Prado cumpliendo con esas máximas.
Ampliar las aceras del Thyssen
La primera propuesta que planteó en sus redes fue la de la ampliación del acerado del Thyssen. La fórmula es tan sencilla como sorprendente es el resultado: ensanchando las aceras, recuperando ese espacio para el peatón e incorporando vegetación cambia ya no solo el espacio, sino también considerablemente la percepción que se tiene del mismo. Se vuelve menos hostil, más amable, más habitable.
«Lo hice por iniciativa propia, porque creo que urbanísticamente es una zona que está bastante maltratada y debería presentar un diseño más acorde a lo que requiere un Patrimonio de la Humanidad», explica en conversación telefónica a este medio.
López señala que esta idea, trazada durante un viaje en AVE, nace de una reivindicación: «Hay que hacer algo ya. Hay que empezar a plantear soluciones para esa zona, tanto para el acerado que está hacia el Thyssen y Cibeles como para el paseo del Prado».
Volver a convertir el Prado en un auténtico paseo
La segunda propuesta que lanzaba a través de su cuenta consiste en (re)convertir el Prado en un auténtico paseo: transformar el espacio para que el peatón y la bicicleta sean los verdaderos protagonistas.
«Actualmente en el paseo del Prado hay cinco carriles de coche por tramo. Eso responde a un tipo de urbanismo de mediados del siglo XX, ya está caduco. Si los reducimos se pueden construir carriles bici segregados y llevar a cabo una ampliación de la acera para que el peatón disfrute más del entorno», apunta.
En su diseño el número de carriles se reduce de cinco a tres, pero reconoce que se puede ser mucho más ambicioso y convertir toda la zona en un verdadero paseo. «El bulevar central en realidad no se puede considerar un paseo, ni la parte que se estrecha según se va acercando a Atocha».
Con intervenciones como las que plantea Ramón López, y otras como la que ya está en marcha de incorporar un carril bici que irá desde la glorieta de Carlos V hasta el final de la Castellana, imágenes como estas podrían volver a formar parte del paisaje urbano de Madrid.
🔎Cuando el Paseo del Prado era… un paseo.
📸mlaredoperez
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Imagen de 1945 tomada por Diego González Ragel cuando el Paseo del Prado todavía parecía un jardín tropical. pic.twitter.com/NQgnICZn03
— Madrid Coloreado (@MadridColoreado) May 27, 2021
Una tarea pendiente con la UNESCO
Por otro lado, repensar la ciudad en estos términos es necesario si Madrid quiere conservar el reconocimiento otorgado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
A pesar de haber obtenido dicha denominación, tanto la UNESCO como ICOMOS fueron tajantes al respecto: la candidatura de la capital presentaba problemas (relacionados con la contaminación, los coches, los ruidos…) y tendrá que cumplir con las exigencias de sostenibilidad que ha prometido para la zona. Algo que el organismo europeo se encargará de verificar en diciembre de 2022.
Los vecinos y vecinas también reclaman que la ciudad se piense desde otros lugares para acabar con la arquitectura hostil de las ‘plazas duras’ de granito, sin arboledas, sin fuentes públicas y sin bancos.
«La revolución para Madrid no pueden ser 55.000 coches más en el centro«, sostiene Ramón. «La verdadera revolución sostenible es lo que se está haciendo en otras ciudades europeas como París: apostar por el transporte público, la bicicleta pública, fomentarla con carriles bici segregados e introducir árboles y elementos urbanos que hagan más agradable estar en la zona, evitando las islas de calor«.
De momento ese Madrid utópico solo existe unas horas al año o en formato .png, pero no tiene por qué ser así: la utopía sirve, como escribía Eduardo Galeano, para caminar. Y en este caso, el camino lleva a una ciudad más verde, sostenible y saludable.