Los bares de toda la vida, como la energía, ni se crean ni se destruyen. Entre temáticas tan comunes y globales como impersonales, siguen brotando y apareciendo bares que reproducen la esencia de un género de restauración al que se le ha añadido el epíteto de “de toda la vida”.
Bareto, que con su nombre ya es en sí mismo una declaración de intenciones, abrió hace apenas un año y medio donde en el pasado estuvo la antigua cervecería de Correos (en Alcalá, 55) y ahora acaba de abrir su segundo local junto a la estación de Atocha (en calle Atocha, 120).
¿Qué es Bareto?
Al lado de la estación de Atocha, donde es razonablemente difícil encontrar un sitio en el que comer bien, Bareto ha abierto su segundo local. Junto a locales franquiciados, se erige un bar que se define a sí mismo como un espacio en el que expandir “esa filosofía de ser el punto de encuentro y lugar de recreo cañí”.
Algo que reproduce esa filosofía es el mismo horario: un sitio en el que la misma persona que toma un café con leche y un pincho de tortilla a las nueve de la mañana se puede tomar un cacique con algo a las dos de la mañana.
La carta, por otro lado, es una suma de clásicos. Gildas, bravas, flamenquines o el montado de chipirones –una versión del bocata de calamares con pan de cristal y una salsa especial de alioli de brava.
Y hablando de pan de cristal: con la apertura de este nuevo local, Bareto también estrena los cristalinos, un nuevo tipo de bocadillo hecho con pan de cristal y entre los que destaca el de oreja a la plancha con salsa brava.
Una apuesta por los clásicos que da a entender que hay una certeza: que las cosas que se hacen bien o que se llevan haciendo bien toda la vida tienen una razón de ser. La barra de mármol, el local de dos plantas y una terraza cercana a la puerta de entrada a Madrid. No hay más.