Madrid en ciertos momentos parece empeñarse en replicar la teoría del eterno retorno. Se recuperan comidas tradicionales dentro de corrientes innovadoras, los templetes regresan, Metro vuelve a su iconografía y la ciudad tiene de nuevo un espacio que integraría (de haber existido) las actuales listas de mejores coctelerías, sitios para escuchar música en directo o de bares clandestinos.
La aproximación al Cabaret Satán, en cualquier caso, es insuficiente a través de la frase anterior. Quizás se entiende mejor al saber que abrió en 1934, estuvo en funcionamiento durante la Guerra Civil y en plena dictadura cambió su nombre al de Cabaret Tarzán.
Insuficiente también. Su propietario, el pintor cubano-chileno Mario Carreño, se refirió así a él una vez que cerró:
«Yo tuve un cabaret en Madrid. En la escenografía que creamos, la orquesta tocaba como en el interior de una hoguera y, en la inauguración, al artista que hablaba le dio por subirse a las columnas, por cierto, muy altas. Me tuvieron que venir a bajar los bomberos, igual que a los gatos en las películas norteamericanas. Tanta mujer hermosa y alcohol a uno le hace hacer cosas increíbles, sí, increíbles. Le zumba el mango, chico».
La recuperación del antiguo Cabaret Satán
Gonzalo Pascual Mayandía ha trabajado en el proceso de asesoría conceptual de la apertura de un espacio que tiene detrás a los propietarios de Fun Fun y de La Santoría y dice a Madrid Secreto: “nos topamos con la historia del Cabaret Satán: es una historia desconocida”.
Para hacerla más conocida han tenido que hacer toda una labor arqueológica. Rescatar periódicos de aquellos años, saber qué decía la moral de la época: “las reseñas de los periódicos ultraconservadores se preguntaban cómo Madrid le podía dedicar una coctelería a Satán en la que sonaban ritmos estadounidenses”.
El cabaret se convirtió en un templo de la frivolidad: en un sitio que Neruda (que vivió en la Casa de las Flores) definió como el sitio más divertido de Madrid.
El proceso de recuperación ha sido también gráfico o estético y el interior del local replica (en base a los textos y a una interpretación conceptual) lo que fue el cabaret. Aquí también hay una escalera, telas rojas cubriendo las paredes y la antigua tipografía es la que viste la carta. Incorporando variaciones, eso sí, como una carta de comida en formato de snacks veganos y complejos (como la torrija salada: con mojo picón).
Sobre la carta del nuevo cabaret
“Nos abanderamos como la tercera época del cabaret Satan”, dice Gonzalo con un cariz de orgullo. Una etapa para la que, claro, no vale la fórmula de las anteriores. Aunque encaje poéticamente decir que Madrid no ha cambiado en los últimos 100 años, lo cierto es que sí y el paladar es sino más exigente sí más viajado.
Es por eso por lo que Bernardo Bongiovanni, el mismo bartender que el de La Santoría, ha diseñado una carta líquida que parte de la coctelería clásica y que está repleta de referencias madrileñas. Madrid aparece en los cócteles a través de olores, sabores, colores y productos concretos.
Pero una de las grandes peculiaridades de esta carta no remite a su contenido sino a su forma. El cóctel que te pedirías a las 21h no te lo puedes pedir a las 19h. Se trata de una carta que se transforma, cambia.
Gonzalo lo define así: “hay tres bloques. El de las 19h abre el primero con base de cocteles como Cynar, vermús o vinos de Jerez. A las 21h suena un reloj y accedes a la segunda con destilados más alcohólicos. Y a las doce una última copa que es el coctel Satán”.
Una última forma de homenaje de un sitio que consigue lo que Gonzalo se propuso: “recuperar la memoria histórica y la nocturna, alcohólica y frívola”.