El urbanismo y la arquitectura son dos disciplinas muy dadas a los dobles sentidos y al juego de ocultar y mostrar cualquier referencia mínimamente sexual. El paseo de la Carretera de Benidorm es conocido como la calle del coño, la antigua torre Agbar ha sido históricamente comparada con lo evidente y otra plaza de Granollers también apela a lo mismo que la calle benidormense.
El caso de Montserrat, 12 –edificio de Conde Duque proyectado en 1912– no es timorato ni sutil en esta comparativa. La fachada tiene seis penes (dos por piso, por cierto) y tres vulvas.
La forma en la que los madrileños hemos conocido la casa históricamente ha hecho referencia a la primera parte (invisibilizando la segunda, dicho sea de paso). La casa de los penes, se puede leer en la prensa de internet. La casa de los genitales, se puede leer también en un esfuerzo por visibilizar todas las partes.
¿Quién hizo esta casa?
Arturo Pérez Merino es un misterio. Cuando sale su nombre en boca de arquitectos o de archivistas es para vincular dos cosas: su desaparición (ni siquiera hay fotos de su cara: como si fuera un Thomas Pynchon a la española) y su autoría a la hora de proyectar este edificio.
A este último paso le acompañan varias preguntas: ¿nadie se dio cuenta?, ¿el promotor no se lo impidió?, ¿ningún censor pasó por aquí para revestir, enfoscar o enlucir la fachada? Da lo mismo: un misterio.
¿Aquí no hay quien viva?
La periodista Ana Ayuso escribió un artículo sobre el edificio el año pasado y decía que fue una casa hecha para la clase media. Otro ejemplo más –como el del Madrid Moderno– que evidencian esa especulación galopante: los datos históricos del precio de una vivienda aquí superan el medio millón de euros (622.000€).
El reportaje de Ayuso también hablaba de Pérez Merino y de otras de sus obras: un edificio en la Latina en el que nació Lina Morgan y otro en Chueca (en Hortaleza, 96).
Curiosamente he recordado uno de los reportajes en los que más pienso –en general. El autor es Javier P. Martín y el reportaje es una extensa disección de Aquí no hay quien viva, la histórica serie de ficción española.
En él, Juan Botella, director de arte de la serie, dice lo siguiente: “Hay un edificio en la calle Hortaleza, antes de llegar a Fernando VI, que es muy bonito. Uno de los locales comerciales es una farmacia. Tiene tres plantas y unos áticos con unas terrazas, dos locales comerciales, es un edificio muy bonito y muy raro. Yo siempre pensaba que ese era el edificio”.
A pesar de que históricamente habíamos pensado que el edificio en el que se inspiraba estaba en la calle Colón, el edificio que en algún momento fue el más popular de España se vincula con la casa (¿más?) obscena de España. La España de Francisco Ibáñez, de Enrique Jardiel Poncela, de Lina Morgan y por alguna extraña razón también del misterioso Arturo Pérez Merino.