Las viviendas como espacio casi museístico. Si las casas de otras civilizaciones nos sirven para entender cómo se articulaban esas sociedades, no es ni mucho menos descabellado pensar en cuál es el futuro de esta forma de patrimonio vivo. Madrid, con sus problemas de acceso a la vivienda, alberga espectaculares casas, edificios, colonias o palacetes en los que sigue viviendo gente. Y el mero acto de pasear por delante de ellas hace que incluso el paseante más despistado se frene en seco y se pregunte por la historia del lugar. Hemos rebuscado en el urbanismo de Madrid y hemos investigado la historia de algunas de nuestras casas favoritas. Y aquí están.
1. El Mirador de Sanchinarro
63 metros de altura, 21 pisos, 156 viviendas y un boquete en el centro que hace que las personas más figurativas lo llamen El Donut. El Mirador de Sanchinarro pertenece a esa categoría de cosas que nacieron con un nombre, pero terminan por ser conocidas del modo en que le llama la gente. El nombre original y el apodo, en cualquier caso, nacen en su peculiaridad: el espacio sin edificar. Desde él se puede ver (en un día despejado) la Sierra de Guadarrama. Por eso lo de El Mirador.
Un edificio (obra de la arquitecta Blanca Lleó) cuya importancia se puede medir con las mismas herramientas que se usan para medir la trascendencia de una persona: tiene una entrada en la Wikipedia. Y ahí es definido como “un edificio de arquitectura posmoderna”.
2. Casa de Bambú
La Casa de Bambú, que es como se le conoce a este extraño edificio, está en Carabanchel (calle Clarinetes) desde 2007 y su autoría les corresponde a los arquitectos Alejandro Zaera y a Farshid Moussavi. Y si bien es cierto que el material del que está hecha la fachada (bambú, el nombre no llama a equívocos) es el rasgo diferencial del edificio, la obra es admirada también por muchas otras razones.
Y es que este edificio de 88 viviendas solo ocupa un 38% de la parcela sobre la que está construida y el resto son zonas de juego y vegetación. También tiene una fuente de energía solar térmica que provee al edificio de agua caliente y es respetuoso con el entorno. El País recoge unas declaraciones de los arquitectos en el artículo que le da la bienvenida al espacio conurbano periférico: “todas las viviendas tienen fachada a los dos lados del bloque, lo que permite obtener ventilación cruzada”.
3. Torres blancas
¿Por qué llamar Torres Blancas a un edificio compuesto por una sola torre y que ni siquiera es blanca? Este podría ser un buen punto de partida para referirse al mejor ejemplo de arquitectura brutalista en Madrid. Torres Blancas –de 81 metros, con 50 años de vida, hecho de hormigón y sito en el barrio de Prosperidad– y sus formas cilíndricas siguen cautivando igual que desde el primero de sus días.
En respuesta a la pregunta planteada en la primera frase, el relato oficial dice que la fachada iba a ser revestida de polvo de mármol y finalmente no se hizo –como si unos padres siguieran llamando a su hijo por el primer nombre que pensaron en ponerle. Sobre la posible referencia a una segunda torre (o una tercera, quién sabe) que se destila del uso del plural hay dos teorías. Primero, que se debe a la cantidad de cilindros; segundo, que iban a ser dos torres y por cuestiones presupuestarias se quedó solo en una.
4. 102 viviendas en Carabanchel
No es un efecto óptico, aunque desde la distancia lo podría parecer. Sobresalen protuberancias de hormigón que nacen sin orden ni concierto –un patrón indescifrado– y crea la sensación añadida de que la precipitación es inminente. Nada más lejos de la realidad. Los salientes de 102 viviendas de Carabanchel llevan “a punto de caerse” desde 2007.
El nombre no llama a engaños: casi como en un ejercicio de vaguería y de demostración de que no hay que ser figurativo ni poético en el bautizo de un lugar que en ultima instancia va a ser para desayunar, comer, cenar y dormir. Son 102 las viviendas que integran este edificio. En total hay 52 de un dormitorio, 35 de dos dormitorios y 15 de tres dormitorios.
5. Casa dos Portugueses
La Casa dos Portugueses está entre las calles Virgen de los Peligros, Caballero de Gracia y Jardines –al lado de Gran Vía. Fue construida entre 1919 y 1922 (a las puertas de su centenario) y se integra por dos bloques que forman uno solo. El autor: Luis Bellido González, también artífice de Matadero o del Mercado de Tirso de Molina.
La vista de la Casa dos Portugueses ya le sorprende al flaneur atento que desde Gran Vía se encuentra con un rebosante y aparentemente involuntario jardín. La variedad cromática es sorprendente y la sensación de descuido incrementa esta especie de belleza caótica. Las matas verdes se apropian de la fachada como una enfermedad y el equilibrio entre decadencia y frondosidad escogida dota al edificio de una singularidad única.
6. Torre de Valencia
Con 94 metros de altura y 27 plantas, la Torre de Valencia es ahora el decimoquinto edificio más alto de Madrid. No en vano, cualquier mención a la historia de Torre de Valencia suele acompañarse de una pregunta: ¿cómo se pudo construir un edificio tan alto en una zona como esta? Con un par de cabriolas burocráticas. La edificabilidad era limitada, sí, pero como recoge el periodista Carlos Prieto en un artículo de El Confidencial: “Si pasas por ahí, veras que hay un pasaje peatonal con un jardincillo separado del edificio; pues bien: se inventaron que era una calle peatonal privada para asignar la edificabilidad de una manzana”. Una manzana, dice Prieto, que se consideraba independiente.
También habla al respecto la arquitecta María Concepción Pérez Gutiérrez en su tesis doctoral llamada Evolución del tipo estructural “torre” en España y dice que “La altura de la Torre de valencia es consecuencia de la política. El Ayuntamiento necesitaba dinero para desalojar al cuartel de bomberos que ocupaba la parcela. Para ello le concedieron a esta más edificabilidad de la usual en la zona. Se la vendieron a unos hermanos valencianos (de ahí el nombre del edificio) y construyeron la torre”.
La respuesta de Pérez Gutiérrez también resuelve el que podría ser el enigma del nombre. Nada más simple, nada más cierto: los constructores eran valencianos y quisieron homenaje su tierra.
7. La colonia del Pico del Pañuelo
Las casas fueron edificadas entre 1927 y 1930 –durante la dictadura de Primo de Rivera– por el arquitecto Fernando de Escondrillas, especialista en la construcción de colonias baratas. Escondrillas es también el autor material de otras colonias como la de El Retiro o la colonia Buenavista (antes colonia Primo de Rivera). La del Pico del Pañuelo es una colonia bastante grande. Hay casi 1600 viviendas: un total de 74 casas repartidas en edificios con planta baja, tres alturas y un ático. Las casas encajan como un Jenga o como un Tetris a través de los cinco módulos triangulares que las organizan.
El amarillo pálido de las fachadas, el monotema estructural, la ausencia de hierro forjado en sus balcones (la ausencia de balcones) o la escasa proliferación de coches hacen del paseo por sus calles una certeza: la de que no hay casi nada parecido en toda la ciudad.
8. Madrid Moderno
Las casas de Madrid Moderno (construidas a principios del siglo XX) fueron derribándose durante los años 70 mientras algunos de los vecinos se posicionaban en contra de este destrozo. Ahora –se construyeron un centenar de casitas modernistas– apenas quedan una decena de casas en pie y están distribuidas entre la calle Castelar y la calle Roma. En una visita rápida a Idealista, el portal de compraventa de viviendas, uno se encuentra con una sola casa en la zona. ¿Su precio? Más de 700 mil euros. La casa está completamente destrozada y su coste funciona como epítome de una situación inmobiliaria dramática en toda la ciudad y también en una zona que recuerda lo que podría haber sido o lo que podría ser y que sin embargo muestra lo que realmente es: un recuerdo mínimo, apenas un testimonio.