El pasado 29 de mayo comenzó la 74º Feria del Libro de Madrid (tranquilos, porque no voy a soltar un rollo sobre la variedad de casetas con las novelas que han cambiado mi vida). Lo que voy a hacer es contar lo “animales” que podemos llegar a ser por intentar sentirnos integrados y hacer lo que hace todo el mundo.
¿Habéis visto alguna vez el video del chico que se va a un festival de música indie/alternativa a preguntar al público por grupos inventados por él y la gente, en lugar de reconocer que no les suenan de nada, finge que les encantan? Pues algo parecido hice yo.
Decidí que quería demostrar, una vez más, lo “burros” que podemos llegar a ser. No porque tenga complejo de psicóloga o socióloga, siendo sincera, simplemente fue una de esas ideas disparatadas que se te ocurren una noche con los amigos y que por casualidad, salió adelante.
Les propuse hacerme pasar por una escritora en la feria del libro y que ellos y sus conocidos hicieran cola para hacerse fotos conmigo y para que les firmase libros (vale, tenemos mucho tiempo libre).
Para evitar problemas con la ley me presenté en el ayuntamiento y tras firmar muchas cosas, me dejaron instalar mi “proyecto para la universidad” junto a las demás casetas.
Los días de antes mis amigos (a los que les debo unas cuantas cervezas) y yo nos dedicamos a forrar libros con papel de regalo para que todos tuviesen la misma portada y la cosa fuese creíble.
Llegó el día y mi “caseta” (cuatro mesas unidas con un corcho como pared muy bien decorado) parecía hasta de verdad. Era super vintage (porque es lo que se lleva ahora) y yo me planté las mejores galas del armario de mi abuela (que también se lleva, al parecer). También me puse las gafas de sol más grandes que encontré por casa para darme aires de famosa y lo mejor de todo, mis amigos habían conseguido reunir a tanta gente que tenía una cola de 20 minutos esperando para poder verme.
¿El resultado? Un montón de niñatos gente curiosa alzándose al final de la cola para ver quien era, cambiándose de otras filas a la mía e incluso haciéndome fotos desde lejos. Hubo gente que hasta quiso comprar mi libro porque “le habían hablado maravillas de él” o que “había ayudado a superar sus problemas” pero yo estaba ahí solo para firmar los que me trajeran, porque “seguía una forma de promoción diferente”. Todo esto sin quitarme las gafas de sol en ningún momento, para mantener la esencia.
Supongo que hoy mi foto estará en bastantes cuentas de Instagram con un montón de hashtags y puede que hasta haya más de una persona buscando mi libro por internet.
Qué manipulables somos…